Hemos dejado transcurrir unos días, agitados días por toda otra serie de acontecimientos como el Homenaje a los Héroes (eso sí que es echarle valentía...) o las tradicionales Cabezadas, intentando, no solo tranquilizar el espíritu (nunca es bueno, dicen, tomar decisiones “en caliente”), sino cargarnos de argumentos para seguir denunciando esto que, popularmente, todo el mundo conoce ya como “el engendro”.
Y es que, por más que lo intenta el Húsar, cavila, rumia o especula no puede imaginar los por qués de esta situación, el origen de esta pesadilla que ya se prolonga por más de 30 años o la causa última para haberle puesto a las tierras leonesas el dogal de unas, nunca explicadas, “razones de Estado” que han revolcado en el fango de la indignidad a nuestros políticos, han empequeñecido a nuestros empresarios, han entontecido a nuestros medios de comunicación, han empobrecido a una, antaño, rica Región Leonesa, han manipulado a una generación gastándose nuestra propia hijuela y han aborregado a un montón de pusilánimes ciudadanos que ya solo repiten a coro un más que afinado “beeee”, camino del matadero.
Causa una tristeza infinita leer las manifestaciones de algunos jóvenes “castellanoleoneses” o las que se inventa alguna mente privilegiada de la “agencia ICAL” y pone en sus bocas (que de todo hay en esta pobre “viña” y entre estos miserables viñadores que solo saben servir al señor, a cambio ya, únicamente, de que no les maltrate demasiado y les perdone la vida. ¡Qué más da, si ya se ha perdido aquel antiguo empuje reivindicativo, se han aparcado aquellos viejos sueños de despertar democrático y se ha apoderado del tejido social una apatía que imita un encefalograma plano!
Desde luego, los argumentos de los unos y los otros son para echar a correr y no tropezar, sobre todo con tanta y tan poco tolerable insensatez, con tanta y tan demostrada bobería. De nuevo se repite el rosario de la tontuna: “es mejor estar todos juntos”, esta fiesta debería servir para “festejar realmente” que “todos formamos parte de la misma Comunidad”, esto es “algo importante que forma parte de nuestra historia”, rematado todo ello con un decepcionante, para los que llevan 30 años dando la matraca “Muchos de nosotros no sabemos qué es realmente lo que se celebra”, o aún “En otras comunidades se celebra que se gana y aquí celebramos que se pierde. Es algo curioso”.
Como se ve o al menos se le antoja al Húsar (cazurro que es uno) un argumento de peso; de peso pluma, claro está. Pluma que lleva el viento más ligero y que, como se constata, los conocimientos de cuanto afirman (hablando por hablar) están más próximos a la nada que la bolsa de muchas de esas ya dos millones de familias que no reciben ningún tipo de ayuda a lo largo del mes. ¡Qué largo, por cierto, debe hacérseles y qué injusta situación la suya!
Pero así nos ha tocado; una tropa (casi una jauría por sus actuaciones) de inútiles personajes que, en muchos casos, no son capaces de elaborar una ley ni copiándola del “rincón del vago”, se han apoderado de la voluntad popular, por medio de una serie de añagazas pseudodemocráticas y les da igual que los ciudadanos digan esto o aquello, se manifiesten de este modo o del otro, exijan actuar de una determinada manera o en un sentido concreto, se quejen de sus pillerías, padezcan su desbocada gestión... Ellos harán, en primer lugar, lo que convenga a sus reales posaderas y a sus insaciables estómagos y, en una segunda instancia, por aquello de parecer obedientes y seguir saliendo en la foto, lo que les ordenen desde la secta (digo, el partido) que les ampara y les facilita seguir ejerciendo el más que honrado oficio de depredador de los fondos públicos, de vaciador de los bolsillos ajenos y de inventor de toda una panoplia de impuestos, gravámenes, tasas, tributos y otras cargas del mismo tenor (imaginativos que son los muchachos en esto del recaudar) que ya no hay mes que no recibamos algún susto que nos acerca, día tras día, a algún temido infarto, patatús o cólico miserere.
De nuevo se ha repetido también la puesta en escena y el engolamiento “leonés” de “las fuerzas políticas y sociales” que en Vayadolor firman un manifiesto y arengan a sus bases para que acudan al lugar de la ejecución de aquellos burgueses del siglo XVI (que les importaba el pueblo tanto como a un grillo la informática) mientras en León repiten empericotados unas declaraciones aprendidas de un año para otro. Vean como ejemplo: Pedro Muñoz, del PP, que vive del momio y de una traición leonesista, fue claro al opinar que ‘hay «cosas más importantes que ir a Villalar»’; Miguel Ángel Fernández Cardo (PSOE) ‘considera que León «no tiene nada que celebrar ese día» porque «durante estos 25 años del gobierno del PP» la construcción de la autonomía se ha hecho «en contra de León»’; Ángela Marqués (ídem) ‘no viajará hasta la villa vallisoletana («como berciana, no he sentido nunca la necesidad de estar en Villalar»)’; Alejandro Valderas (UPL) ‘no acudirá a celebrar el que algunos llaman ‘Día Nacional de Castilla’ pero además hace notar lo «extraño» que es ese día’; Juan Morano (díscolo del PP) ‘zanja el tema con un «este es un país libre» a la hora de anunciar que no ha acudido nunca y que este año tampoco irá’; Eduardo Fernández (PP de los de “prietas las filas”) ‘recuerda que su lugar está «en la celebración institucional» y que no le llama la atención celebrar los Comuneros, «una fiesta anti-moderna»’; José Antonio Alonso (Toñín el del Crucero, amigo de Zapatero) ‘confiesa ni siquiera «habérselo planteado»’; Nicanor Sen (senador del PSOE) ‘tampoco lo ha pensado y no tiene «un motivo especial para ir o no»’. En el mismo tono, poco más o menos, se expresan el Rector de la Universidad, Javier Cepedano, de la FELE, Emilio de la Puente, del CEL (¡cuidado no vayan a pasar lista!), el alcalde de León y, pásmense ustedes, “la sonrisa del régimen”, el consejero Antonio Silván y hasta la presidenta de la Diputación, la de los mil cargos, quienes “aprovecharán el día para descansar (falta hace con tanto trajín) o disfrutar con amigos y familiares”.
Si tan convencidos están de que “la fiesta no tiene arraigo” y de que “no tenemos nada que celebrar”, ¿por qué no se lo hacen saber a su amito y le mandan a freír un huevo castellano? Eso sí que sería valentía y tener esas cosas en su sitio; pero ¡ay, qué mal se vive a la sombra de este invierno leonés que se ha transmutado en glaciación! No me comparen ese escenario con el de vivir arrimado al buen árbol pucelano (para tapar las vergüenzas) o al sol que más calienta, puesto que, perdida la dignidad, burlándose incluso de sus “representados”, pueden dedicarse a lo que más les gusta, a la “noble tarea de contador de nubes” o, mejor aún, a la espera de que la fruta madure y les caiga directamente en la boca; aunque, si así no fuera, siempre habría lacayos dispuestos a acercársela, no se nos vayan a fatigar y tengamos luego algún problema. ¿Y el resto? A vegetar que es lo que mola...
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