sábado, junio 08, 2013

Vuelven los fantasmas

No; no teman ustedes que no nos hemos pasado a la crítica literaria. ¿O quizá deberíamos, ante el desolado panorama que dibuja cada día la actualidad de esta tierra? Ni mucho menos; precisamente por eso no podemos permitirnos el más mínimo relajo; alguien tiene que seguir cantando las verdades del barquero o haciendo de humilde pero persistente Pepito grillo, cuando, faltando a su obligación de control al poder, los medios ya han vendido hasta su alma... si alguna vez la tuvieron.

Claro que, “Vuelven los fantasmas” es uno de los libros infantiles más conocidos y celebrados de la escritora venezolana Mercedes Franco, publicado ya en 1996 y con varias reediciones posteriores. Pero el “fantasma” que merece hoy nuestra atención (y van muchas...) es el inefable, inagotable, inimitable, inenarrable héroe del SEU (el Sindicato Español Universitario, de triste recuerdo... para muchos), ministrón con poder en una época compleja aunque esperanzada, muñidor de nuestra desgraciada sujeción a la Castilla esa que crearon, en momentos de incertidumbre democrática, a conveniencia de ciertas élites mesetarias, válido tanto para un roto chapapotero como para un descosido grupo PRISA y hasta como mandamás de un grupo eléctrico o, ¡ya el colmo!, consejero del “banco malo”... ¡Tipo listo, oiga, que ha conseguido no despegar sus posaderas, casi reales, de los coches que todos pagamos con nuestros impuestos! Pero, una sola pregunta, seguramente nada difícil de responder ¿cuánto habrá aportado el sujeto, a lo largo de su dilatada trayectoria vital, al Producto Interior Bruto de este país? Responda quien se atreva... No necesitará, seguramente, una calculadora científica.

De cualquier modo, no se trataba tanto de reflexionar sobre quien, se ha dicho y escrito muchas veces, pasará a la historia leonesa como uno de los grandes traidores a la causa, a la obligación primera de un hijo agradecido a su tierra, sino comentar, de forma escueta, un breve aparecido en la prensa leonesa en la que se glosan algunos “problemas” en las cuentas del ilustre paramés, en lo referido a la gestión de aquel famoso chapapote del “nunca máis”. Según se desprende de las declaraciones de algunos expertos, aquí también se han producido “desfases” económicos y contrataciones de personal a tutiplén; ¡faltaría máis! En época de bonanza, efímera por lo posteriormente constatado, cualquier disculpa era buena para seguir multiplicando las actuaciones digitales, los puestos para los amiguetes y, en resumen, para que los de siempre, sin ningún tipo de disfraz (¿para qué, si todos nos conocemos y lo toleramos?), se lo llevaran crudo y siguieran ocupando puestos que, por los resultados, no deberían corresponderles. ¿Cuándo comenzar a exigir responsabilidades?

Una muesca más en el revolver de este caballero de un Oeste con demasiados indios sumisos y hasta colaboracionistas. ¡De pena!

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