Bien sabe el Húsar que estas reflexiones no dejarán de ser un nuevo brindis al sol (o un añadido más a aquella vieja sección que titulábamos "ladrando a la luna") y que no tendrán ninguna consecuencia positiva; seguro serán, en cierta manera, un intento más de justificar actitudes muy leonesas, cual es la de quejarse en la barra del bar y, con ello, considerarse liberado de llevar a cabo cualquier tipo de actuación posterior. No nos excluímos, naturalmente, pero uno ya puede tan poco... ¡y le requieren aún para menos, voto a Bríos!
No está de más señalar, asimismo, que este tipo de especulaciones pueden servir ¿por qué no? (uno intenta, al menos, que así sea), para crear un cierto estado de opinión, reafirmar en determinadas ideas a los que piensan como nosotros, sentirse integrado en el grupo y hasta limpiar esas telarañas que se vienen pegando al alma de los leoneses, producto de tanta propaganda alienante de parte de los que, teniendo el poder y el dinero, siguen bombardeando a nuestra pobre gente y aledaños, con sus manipulaciones de la historia, su tierra de sabor... y de (mal)olor, sus quesos castellanos, sus fiestas de villalar y sus continuadas mentiras que intentan hacer tabla rasa de León y lo leonés. Es cosa sabida, la “cosa suya” claro, que no la “nostra”...
Pues bien, a lo que íbamos; el encabezamiento de este escrito viene provocado por dos noticias recientes y que han causado un innegable revuelo en la opinión pública y hasta publicada, algo no siempre paralelo que para eso amenazan con cortar el grifo de la subvención: de un lado la “venta”, por parte de la Diputación (no queremos entrar en el chiste fácil), de la marca Tierra de León, asociada a determinados productos de la Tierrina, al monstruo que todo lo devora y lo uniformiza (“¡en guardia, ar...!”), a mayor gloria de la junta juntera y de la castellanía más castellana de la tierra de...
lo que ustedes saben y yo no me creo. Hasta en las coplas a la muerte de la sardina de este año se hizo alusión; lo copiamos para conocimiento de algunos más, al menos de los que lean este blog, con permiso del autor.
Decía así el pregonero:
“¡Qué débil el ser humano
cuando hablamos de yantar.
de engullir, llenar la andorga,
de embuchar o de tragar!
Sobre todo si las viandas
son de buena calidad,
y no “tierra de sabor”,
que a saber a qué sabrá;
pues la tierra sabe a tierra,
no me lo podrán negar”
Y otro malhadado acontecimiento, este más reciente y que ha sido el detonante de terminar con nuestro mutismo y de urgir a quien siga creyendo en lo que creemos nosotros hacia esa actitud de resistencia pasiva y activa a la que invitamos sin reserva alguna: la negación de cualquier tipo de apoyo dinerario a la “Casa de León en Madrid”, por el simple hecho de no querer cambiar sus estatutos y pasar a denominarse “castellana”; sí, como han hecho otros, que para sí tienen, y viven en actitud genuflexa y esperando otras actuaciones menos dignas por parte de los mandamases que, con nuestros impuestos, compran voluntades y cambian hasta el cauce de los ríos o el giro del universo, si falta hiciere. Pero ya, puestos al caso y como bien sabemos,
no se recatan, en modo alguno, en abusar de este sumiso rebaño de borreguines (¿qué más da, si aquí no va a protestar ni el más indignado?). Así, nos roban el agua de los embalses, por ejemplo, o nos condenan a un aislamiento por tierra, aire y por mar si lo tuviéramos. No hay más que ver la tontuna del AVE de una sola vía, la desintegración de FEVE en la ciudad (una auténtica tomadura de pelo que debería llevar aparejado el cese inmediato del alcalde y la concejala de urbanismo, por lo menos, por mentirosos y serviles), la condena del aeropuerto a una vida miserable y a una muerte latente, la burla con el tema de las minas o de antibióticos o tantas cosas más que no cabrían en las obras completas del aquel que escribiera tanto (para vivir de ello) que fue apodado
por algunos enemigos “el garbancero”; sí Don Pío Baroja, para los no iniciados.
Por todo eso y por muchísimo más que recogen hasta con sonrojo las hemerotecas, la sociedad leonesa debería levantar la voz y plantarse, juramentándose, de manera definitiva y, recordando aquello de que “vale más vivir de pie que morir de rodillas”, echarle bemoles a la reivindicación y mandar a toda esta tropa, claramente, “a la mierda”, como diría el casi vecino nuestro Don Camilo José Cela. O, para enlazar con el título de esta, una vez más, amarga decepción sobre nosotros mismos, “ni un paso atrás; ni para tomar impulso”.
No podemos seguir fingiendo, haciéndonos los suecos, actuando como don Tancredo y vivir como si el "monstruo" (el "engendro") no existiera, pues ya invade, como cáncer dañino, todos los órdenes de la existencia leonesa: el económico, el político, el convivencial... Ha entrado, sin pudor, hasta en las conciencias de los obedientes leoneses y nos encontramos sumidos en la desolación, gobernados por el pensamiento único y obedeciendo actitudes tan disparatadas como el hecho de tener que "acercarse a la capital" para recibir un simple certificado de penales o llevar a cabo una reunión entre las universidades de la "región", por el simple y definitivo hecho de que "a todos nos queda mejor". Otra vez el razonamiento del centro una vez creado el centro y centrados en la centraduría más central. La tontuna repetida, vamos.
Propugnamos, sin embargo, una vez más, la recuperación de nuestro orgullo, la dignidad, la autoestima que ahora se encuentran en mínimos históricos puesto que han sido capaces de conseguir, a base de insultos, propaganda alienante y chantajes subvencionadores, hábilmente manejados por ellos y por los que les hacen la ola, que sentirse leonés, reivindicar la leonesidad y seguir luchando por la Tierrina sea considerado cutre, pasado de moda, insolidario, paleto, cavernícola y toda la retahíla de insultos ya de sobra conocida.
Y, en esta decisión, vendría aparejado el hecho de que, si somos capaces de llegar a un acuerdo entre los que seguimos creyendo que León bien merece, al menos, el respeto ("memoria, dignidad y justicia"), la consecuencia sería que ni la sociedad leonesa debe dar un nuevo paso atrás (el siguiente es el abismo) ni debemos consentir que la junta que nos coloniza pueda dar un solo paso más hacia adelante en esta política de tierra quemada. Pero casi damos por seguro (nos jugaríamos el bigote..., si lo tuviéramos) que aquí no va a moverse nadie ni pasará nada; la anestesia sigue funcionando, para nuestra desgracia y su hilaridad diaria.
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