lunes, enero 14, 2013

¡Pusilánimes!

Conste que nos ha costado encontrar el título; algo que no fuera ofensivo (ya no se pretende...) pero que retratara un estado de ánimo bastante común entre muchos de nuestros personajes, referente antaño, incluso, de “amor a León”. Cualquiera en nuestra situación hubiera, sin más, sacado el insultómetro y no habría parado de recitar improperios hasta, por lo menos, pasada una semana... sin pan, que parece ser más larga que las habituales de 8 días. Quizás les hubieran obsequiado con apelativos como “panolis, timoratos, acomplejados, hipócritas, farsantes, embusteros, falsos, indignos, felones, arteros, desleales, traidores, renegados... y hasta vendidos.

Claro que ya no sería la primera vez y que “el que hace un cesto hace ciento...”, por lo que la sorpresa, al menos, ya no es tal. De cualquier modo, uno no está acostumbrado a callar; es más, en situaciones así, morderse la lengua, además de ser la forma más fácil de hacerse mucho daño, puede llevarnos a indeseables bajadas de autoestima, caída por esta pendiente que no cesa y hasta terminar imitando la táctica de la Administración con aquello del silencio administrativo positivo; en resumen, que “lo mismo peca el que mata que el que tira de la pata” y que “el que calla otorga”, haciéndose cómplice silencioso de tanta dejadez y cobardía.

Mas, se preguntarán ustedes, ¿quién o quiénes están hoy en el origen del cabreo del Húsar? Hace unos días, con motivo de la presentación en “la tele”, del nuevo disco de Café Quijano (de nuevo juntos y revueltos, puesto que, por lo que se deduce, sus aventuras en solitario no reportaban los dividendos esperados), uno de los “comunicadores” que hacían la ola a la Campos, soltó una soberana patada a la historia, a la geografía y a los sentimientos de los leoneses. ¿Y qué más da, si aquí ya se aguanta todo? ¡Tuvo la osadía de preguntar al trío cómo había transcurrido su infancia en León, esa pequeña ciudad castellana...! Así, sin despeinarse, sin el menor pudor al exhibir sus vergüenzas en materia de una cultura de lo más elemental. ¡Claro que, si hubiera hablado de Cataluña, pongamos por caso, habría citado a Lleida o a Girona, habría incluso “hablado catalán en la intimidad”, para demostrar que es todo un ilustrado...

Ante este balón centrado al área de unos supuestos leoneses, y ante la perspectiva de corregir semejante disparate, por cierto muy repetido y, por lo mismo, con la posibilidad de ejercer de hijos agradecidos de su Tierrina, los tres se callaron como... mudos (¿para qué reproducir una palabra en la que todos piensan?).

Ocasiones así son las que retratan a alguien que, como se suele decir, se viste por los pies. En pura lógica argumental, estamos entonces ante quien no cumple estas características y se baja, más bien, los pantalones para que, perdida la dignidad, puedan ponerle, si viene al caso, “mirando... a su propia miseria”. Pero esto no es lo triste; lo más lamentable es que, aquejados de un innegable complejo de inferioridad, que no entendemos a qué obedece porque las realizaciones históricas de los leoneses son tanto o más dignas de respeto que las del resto de los pueblos de España, e incluso avergonzados de su cobardía, intentan parecer más papistas que el Papa, abrazan como neoconversos esas extrañas teorías y arremeten contra todo aquel o aquello que le recuerda que son ellos los traidores, los manipulados y hasta los manipuladores. No gusta el referente de honradez, de hombría y de consecuencia con unas ideas, muy por encima de cualquier puñado de dólares que estos puedan llevarse a sus cuentas bancarias. ¡Pobre, pero honrado, decía mi abuela! Mas, ¿qué es el honor en esta hora de falta de compromiso y de valores? ¿quién entiende lo que significa la honra o la palabra dada? ¡Benditos paisanos nuestros que no necesitaban más que un apretón de manos para sellar un pacto que se mantendría por encima de todo!

Ah, y que conste que no son los únicos; en el mismo saco se apretujan ya, por falta de espacio, un montón de políticos (¡qué tropa!), otros tantos “intelectuales”, una legión de periodistas, una caterva de aprendices de empresarios, algunos fenómenos mediáticos que publicitan el nombre de la cosa esta, de la Autono-suya, hasta en rutas de montaña... en suma “un hatajo de sinvergüenzas”, porque si tuvieron eso, hace tiempo que debieron perderlo en su particular camino de Damasco, digo de ese sitio donde adorar al Becerro de oro que, a no dudar, hasta se burla de ellos y su falta de dignidad...

1 comentario:

Anónimo dijo...

Siempre me han parecido unos garrulos y unos canallas estos de café quijano.
canxeco