En los últimos días, con tal de seguir hablando del rollo cansino de castillaleón, venimos oyendo la publicidad un concurso televisivo titulado "elige al castellanoleonés de la historia". A algún iluminado se le ocurrió esta brillante idea, sobre la que, a no dudar, se habrá lanzado toda la juntería, aplaudiendo hasta con las posaderas (claro que no podría ser de otro modo ya que estamos ante la parte de su anatomía que más utilizan).
Mas, a poco que analicemos la frasecita, con una evidente contradicción entre sus términos (¿qué pinta eso de lo castellanoleonés mezclado con la historia?), llegaremos a la convicción de que encontrar un solo espécimen de este género se nos antoja más difícil que seguir las huellas de un unicornio entre Maraña y Burón. Por eso, y para intentar resolver esta duda existencial de gentes tan obsesionadas, les evitaremos dolores de cabeza y les propondremos un candidato que puede cumplir perfectamente con el perfil buscado.
Después de mucho cavilar e intentando cuando menos salvar a la persona, nunca a la historicidad de algo que tiene apenas treinta años, entonces, hemos llegado a la siguiente conclusión: el único que, en su absurda decisión del pasado (y sin enmendarla en el presente), en el pavoneo de su desdén hacia quienes debería representar, en la prepotencia de quien "desprecia cuanto ignora...", etc.; sería, sin duda, el Sr. Martín Villa, sí don Rodolfo, uno de los pocos que contrajeron, en su momento, la obligación de ser sensibles con los problemas de aquellos que se fueron confiados, que vemos los bosques de piedra salvarnos y ni lo hizo ni lo hará.
¡Votemos por Martín Villa, seguro que, cuando menos, conseguiremos reírnos...! Como ya lo hacen otros cada vez que tienen ocasión... sería fantástico que les colocáramos ese clavo.
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