Por su indudable interés y acertado análisis publicamos a continuación la carta que el amigo Gonzalo Fernández-Valladares, Médico y miembro del colectivo Ciudadanos del Reinu de Llión, ha remitido a diversos medios de comunicación:
La victoria socialista del pasado 9 de Marzo, auguraba un periodo de tranquilidad en la política regional leonesa, máxime cuando los díscolos de la UPL habían cosechado un más que sonoro fracaso, y todo ello a pocos meses de la aprobación del nuevo Estatuto de la Comunidad que prometía hacer olvidar la reivindicación autonómica leonesa. Pero nada más lejos de la realidad, pasada la inmediata euforia postelectoral, que hizo a algunos hablar de isla roja leonesa en un mar azul, llegó en apenas unas horas la resaca. Cuando se abusa del alcohol uno paga las consecuencias y el periodo electoral es muy proclive a los brindis al sol.
La guerra es la de siempre y se ha desatado, como suele ser habitual, en varios frentes, ya que son muchas las heridas abiertas o cerradas en falso. Primero fue el agua (curiosamente recién inauguradas las conflictivas competencias sobre la Cuenca del Duero otorgadas por el nuevo Estatuto, hecho a medida de las necesidades hídricas castellanas), después el centro de mando de la alta velocidad (cuando se conoce la construcción de un edificio de nueva planta para tal fin en Valladolid, y del que nadie habló durante la campaña), la línea eléctrica Sama-Velilla (defendida sin fisuras por el vicepresidente de la Junta señor Villanueva, al mismo tiempo que defiende los viñedos de la Ribera de Duero ante una agresión de mucha menor envergadura) y por último el aeropuerto de la Virgen del Camino (a pocos meses de la inauguración de la prolongación de la pista, facilitando la operatividad de vuelos internacionales y cuando se conoce la potenciación por parte del Ministerio de Defensa del aeródromo militar de Valladolid vinculado al aeropuerto civil, bajo las ordenes del Ministro Alonso, número uno del partido del Gobierno por esta provincia ), todo ello sin contar los cientos de escaramuzas en el terreno de las inauguraciones, infraestructuras menores y demás exabruptos verbales a los que ya nos tiene habituados la "raza" política (lo de "clase" ya se les ha quedado corto).
Pero lo curioso y llamativo del caso es que algunos de los avestruces habituales, que generalmente meten la cabeza en el hoyo y se olvidaban del tema, se han agitado ante tanto hostigamiento. Porque que desde el Ayuntamiento capitalino reclamen lo nuestro en tiempo y forma, mientras la fiel aliada de la Junta, la Diputación Provincial de León, capitaneada por Isabel Carrasco, guarde silencio y administre los plazos, entra dentro de lo previsible. Lo que llama más la atención es que todas a una se levanten distintas voces. Ese es el caso del Presidente de la Cámara de Comercio de León Manuel Lamelas, o sindicalistas de distinto signo como Fidel Tomé, o Ignacio y Arturo Fernández que saltan a la palestra en contra del centralismo atroz de Valladolid, invocando la creación de foros en defensa de los intereses de León, como si estos no existiesen desde hace muchos años, pero siempre han recibido la espalda de los sindicatos. Nos sorprende más la beligerancia sindical cuando hace pocos meses y en relación con la reclamación de la creación de una Facultad de Medicina, desde la Junta Directiva de 'Ciudadanos del Reinu de Llión', se mantuvieron distintos contactos con estas organizaciones sindicales, que se mostraran conformes con la idea pero siempre supeditados a lo que dijeran los órganos autonómicos. Es decir que hasta para defender los intereses de los trabajadores leoneses y las inversiones en su tierra necesitan la anuencia de Valladolid.
Con este panorama ¿qué hacen los partidos políticos? La UPL se resquebraja por momentos, e intenta a duras penas llegar a la próxima convocatoria electoral, en medio de una debacle, donde aún están por llegar los episodios más sangrientos.
Los populares leoneses no saben no contestan, y mientras que Carrasco calla, arropada por el lacayo Eduardo Fernández, y llama a cerrar prietas las filas por lo que pudiera pasar, Morano, electo a duras penas una vez más, ha desaparecido de la escena. No lo volveremos a ver hasta dentro de cuatro años, cuando si nadie lo remedia, volverá a pedirnos el voto, como exigiendo una deuda impagada y que cíclicamente reclama. Mucho debió ser lo que le prometió Jose Mª Aznar, hace ya muchos años, por renunciar a "sus ideales", cuando pasados tantos años el partido le debe aún pleitesía. El partido en León queda a expensas de lo que decidan en Valladolid, ya que al fin y al cabo, Herrera, Villanueva e incluso de la Riva, muestran mucho más interés en lo que pueda pasar aquí, y para poner una sonrisa se basta y se sobra el Sr. Silván, que para eso está.
El PSOE leonés presume de que con ellos habrá un antes y un después, que convertirá a León en el referente de todo el noroeste peninsular y se muestran satisfechos con el resultado electoral. Pero las cuentas no salen y a pesar de las altas inversiones realizadas, del alto grado de ejecución de los presupuestos, el rendimiento en ganancia de votos ha sido escaso y ni siquiera han conseguido movilizar el voto leonesista que en su mayoría optó por quedarse en casa. El PSOE, con Miguel Martínez a la cabeza, debería recapacitar cuáles son las causas de ese fracaso relativo, sólo enjuagado con la victoria a nivel nacional y cual son las perspectivas del partido en la actual autonomía, cuando el peso de esta provincia cada vez es menor.
Los leoneses han sabido reconocer el esfuerzo inversor del gobierno Zapatero, pero saben que el epicentro de sus problemas no se resolverá únicamente vía presupuestos generales del Estado, máxime cuando el PSOE acabará cayendo tarde o temprano, en aras de la alternancia democrática. ¿y entonces qué? El PSOE, con Zapatero como Presidente, y Angel Villalba como mamporrero agonizante, perdió en la pasada legislatura su gran oportunidad de congraciarse con esta provincia y con la Región Leonesa, pero prefirió plegarse, cediendo en la defensa de la birregionalidad y no comprometiéndose con la creación de un Consejo General del Reino de León, que habría abierto las puertas a la solución del gran problema leonés desde hace veinticinco años.
El PSOE no puede caer en el error de pensar que la sociedad leonesa le ha dado un cheque en blanco, que puede amortizar sólo con inversiones económicas y algún organismo menor. El partido debe asumir su parte alícuota de responsabilidad en el origen de todos los problemas que le acarrea a la Región Leonesa la permanencia en el ente autonómico Castellano y Leonés y sólo en la medida que adopte las opciones necesarias para corregir esa situación se verá correspondido con el voto leal y no mercenario de los leoneses. De otra manera la Isla Roja Leonesa perecerá para siempre en un mar azul y preñado de castillos.
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