sábado, mayo 17, 2008

Proverbios, adagios, refranes y aforismos (9ª entrega)

A asno lerdo, arriero loco

Llevamos unos días que, por así decir, “estamos que lo tiramos”; o explicado de otro modo, no nos caben ya más insultos, críticas, burlas, injurias, ofensas, ultrajes y humillaciones en nuestra mochila de “provincianos” y “rancios” leoneses. Los señores más instruidos, conspicuos, notables y distinguidos de la cosa esa de la Junta esta, sí, esos que piensan “en clave de comunidad” (pero que, desde su avidez insolidaria y aldeana, no sólo arriman el ascua a su sardina sino que se quedan hasta con el pan, la lumbre, el agua para apagarla luego, por si las moscas, y la sombra que pueda producir, no sea que vayamos a pasar cerca de ella y nos alimente) han comenzado una auténtica cruzada y disparan contra todo lo que se menea en estas tierras del Oeste. ¡Anda que ya les vale!

Por estas y otras razones, y como tememos soltarnos la lengua y la melena, vamos a utilizar, en esta más que amable respuesta a tanta agresión, estúpida e injustificada, y para que vean que aún conservamos el buen humor, una breve pero jugosa colección de “refranes castellanos”; evitaremos, de este modo, quizá, que alguien pueda sentirse ofendido, puesto que no hacemos otra cosa que copiarlos, quizá sin demasiado criterio, uno detrás de otro y, por lo mismo, no invocaremos ni derechos de autor ni tememos responsabilidad sobre los mismos. Puesto que, si “de bien nacidos es ser agradecidos”, eso es lo que pretendemos, incluso a la hora de cruzar insultos… Ya saben “amor con amor se paga”.

El primero, el que encabeza la reflexión, por si los citados o su caterva de aduladores no lo conocen, algo que no dudamos pues, bien sabido es que, “no se hizo la miel para la boca del asno”, se refiere, pura y simplemente a “los tontos que no hacen lo que deben”, por lo que siempre es preferible dejarlos de lado y fingir que uno no se entera… Ya se sabe “ladran, luego cabalgamos”. Dicho de otro modo, es una especie de variante de aquel otro más conocido de “a palabras necias, oídos sordos”, que es, naturalmente, lo que a nosotros nos sugieren estos discursines patosos, palurdos e impertinentes; mas, no sé yo por qué prefiero el primero, el del pollino; ¿será que me cae simpático el animalillo ese…? ¿Será que en él los vemos reflejados? Puede que deba, sobre todo si es de raza zamorano-leonesa, incluso pedir sinceras disculpas al noble bruto por atreverme a compararle con un castellano-leonés de esos tan universalistas, tan fácilmente insultadores, tan ofensivos, con la lengua tan larga y tal y tal…

Si algún excelentísimo de esos se “fatiga” (no sé de qué, puesto que “no da palo al agua”), ¡fíjese usía cómo estaremos algunos! Más que fatigados, hartos; asqueados, ya que sus argumentos son, en sí mismos, repelentes y hasta vomitivos…

Pero vayamos con la colección anunciada, no se me vayan a contrariar: si bien es cierto que, con semejantes actitudes, confirmamos, una vez más que “el que se pica, ajos come” y que “cuando el río ruge, agua lleva”, no es menos verdad tampoco que “a buen entendedor pocas palabras bastan” y les aseguro que, para la mayoría de los leoneses, ya “se han pasado ustedes siete pueblos”. ¿Dónde han comprado la autorización para esparcir la porquería de sus ventiladores una, cien y hasta mil veces? ¿No tienen bastante territorio para llevar a cabo tan poco agradecida tarea (aunque solo sea por lo mal que huele) en su ancha, enorme y colosal Castilla? ¿No se dan cuenta de que, con esas actitudes, puede que la fiera se despierte algún día? (¡Dios lo quiera!).

Están tentando ustedes mucho al destino… No olviden, a este respecto, aquellos viejos y sabios consejos de que “quien siembra vientos recoge tempestades”, que “quien evita la ocasión, evita el peligro”, que “tanto va el cántaro a la fuente que al fin se rompe” o que “no hay que vender la piel del oso antes de haberlo matado; puesto que, como “Dios aprieta pero no ahoga”, que, por muy aparatoso, “un tropezón no es caída” y además “no hay mal que cien años dure”, algún día (esperemos que ya no muy lejano) los pocos “colaboracionistas” que les quedan por el Oeste de sus pecados, se darán cuanta, de una vez por todas, de que “más vale solo que mal acompañado”, que “nunca es tarde si la dicha es buena” y que “mientras hay vida hay esperanza”, por lo que acabarán olvidando y dándoles en las mismísimas narices con su “atado y bien atado".

Terminará, entonces, por tener razón aquello de que “muerto el perro se acabó la rabia”; lo que equivale a decir que si nos libramos de ustedes, se habrán acabado la mayor parte de nuestras desdichas. No hay peor cosa que constatar, como venimos haciendo ya durante 25 interminables años, con enorme tristeza, que “de fuera vendrá quien de tu casa te echará”, y eso no deberíamos haberlo aguantado nunca nadie, puesto que actitudes semejantes son tanto como “vivir de rodillas”, lo cual es más propio de un pueblo de esclavos que de los descendientes de quienes fueron capaces de poner, antes que nadie, a sus reyes por debajo de la ley y, por otro lado, “más sabe el loco en su casa que el cuerdo en la ajena”. Así que, “plieguen velas”, “váyanse con la música a otra parte” y “déjennos en paz”. Pero, seguramente, por estas actitudes suyas, repetidas, algún día habremos de gritar de alegría (recordando estos malos tiempos), que “no hay mal que por bien no venga”, pues, en determinadas circunstancias es preferible invocar lo de “a grandes males, grandes remedios”.

A pesar de todas las opiniones en contrario, ustedes siguen obscenamente cacareando desde lo alto de su muladar, que “ande yo caliente y ríase la gente”, que “teniendo una vecina boba, para qué quieren comprar escoba”, puesto que “lo mío es mío y lo de los demás a medias” y “a bebedor fino, primero agua y luego vino”; dicho “en cristiano” que se creen, “a pies juntillas”, y, por lo mismo, practican la política de “el que la sigue la consigue” o la no menos interesada de “Juan Palomo: yo me lo guiso y yo me lo como”, y, así, como “don erre que erre”, siguen vapuleando, inmisericordes, a quien protesta por verse esquilmado en sus recursos y en su identidad, y encima osa contradecir su recto ver y entender, su obsesiva exigencia de pensamiento único de “región más grande del mundo mundial” y ¡ar!.

¡Que no, oiga, que no! Que algún día “la avaricia rompe el saco” y les ocurrirá como al gallo de Morón o a ese otro que, según comentan, “fue por lana y salió trasquilado”; no deben dudar que, más pronto que tarde “a todo cerdo le llega su San Martín” (con mis respetos también al pobre gorrino, puerco o gocho, como decimos por aquí).

Naturalmente que aún seguimos contando algún pobre ciego “que no quiere ver”, pero la mayor parte de los leoneses se han convencido ya de que “vale más andar de a pie que con el recado al hombro”, que, a fin de cuentas, “ventajear al ventajero no es pecado para el infierno” (también conocido como “el que roba a un ladrón tiene cien años de perdón”) y que “a la mala costumbre, quebrarle la pierna” (es decir: las malas costumbres se han de abandonar pronto). Solo queda tomar la decisión y, como un solo hombre, olvidando los intereses partidistas que tanto daño han hecho a esta tierra, levantarse de las cenizas de esta modorra, de este abandono, de esta desidia y del desánimo y la conformidad que nos invade; como el poeta, diremos: “queda todavía camino por andar” y, precisamente, no vamos en la buena dirección, pues el precipicio ya casi se huele y estos agoreros , estos adivinadores, con su bola de todo a cien, buscan, incluso, que nos precipitemos confiados y contentos hacia la sima.

Sin embargo yo les quiero prevenir hoy: “no estiréis mucho las piernas si dormís en catre corto” que “quien mucho corre pronto para”, “quien mucho abarca poco aprieta” o, como decía el tío Manuel de mi pueblo: Moreno “para el carro que hay mucho barro”. Y “a otro perro con ese hueso” que aquí ya comenzamos a estar un poco “de vuelta de todo”. No sólo han cometido ustedes el eterno error de “ver la paja en el ojo ajeno, y no la viga en el propio” sino que se han retratado, pues “piensa el ladrón que todos son de su condición” y además han terminado por hacer el más absoluto de los ridículos, emulando, eso sí, al “maestro ciruela que no sabía leer y puso escuela”.

Que sí, que se os ha visto el plumero ya demasiadas veces (agua, carreteras, aeropuerto, atención sanitaria, plagas de topillos, creación de puestos de trabajo, deslocalización de empresas, 112, televisión, NUTs, hemodonación, fondos MINER, etc., etc.) y hasta los leoneses más pusilánimes han terminado por descubrir que tanto amor a León, tanta tabla rasa de identidad castellano-leonesa no ocultaba más que el conocido “por qué te quiero Andrés, por el interés” y que sois como aquel “cara de beato y uñas de gato” o “ladino como burro dañino”. Conocemos que “cuando el amor es fingido en el aire es conocido” y vosotros que nunca perdéis las mañas, puesto que “la cabra siempre tira al monte”, os venís mostrando tan interesados que, si algún día esto ocurriera (habrá que ponerle antes remedio) “se acabaron lo higos, se acabaron los amigos”. Por eso seguiremos aquí, vigilantes y previniendo a los leoneses ante el sabio proverbio: “cuídate de perro rabioso y de hombre sospechoso”.

Estas son razones sobradas para seguir insistiendo en que de esta forzada unión, de este matrimonio a empellones no podía salir nada bueno; ya se sabe “de tales bodas, tales costras”, “de aquellos polvos estos lodos” y que, por lo mismo, ya es hora de pedir el divorcio, y ni siquiera el amistoso sino un urgente, necesario e inaplazable “divorcio Express”. ¡SAYONARA BABY

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