Si hemos seleccionado, en este apretado ramillete de documentos que les venimos presentando, figuras de la política, no cumpliríamos con el cupo de las voces, en demanda de respeto para "la causa leonesa", si no aportáramos alguna de nuestros muchos y prestigiosos escritores. Comenzaremos pues por José María Merino. Estas eran sus opiniones en aquella primavera del recordado 92, con sus fastos y sus expos. ¿No les siguen pareciendo actuales?
"Marca León"
Desde la consideración de que hay que acercar lo más posible la gestión de los asuntos a los ciudadanos que los disfrutan y padecen, el presidente de la Diputación juzga innecesaria la existencia en León de una delegación de la Junta regional. Mirando hacia atrás, y a la luz de tan razonable planteamiento, podemos comprender que esa delegación siempre fue superflua, y que, desde el inicio del proceso autonómico, León pudo haber ejercido directamente, a partir del artículo 143 de la Constitución, las competencias que el Estado ha ido transfiriendo, entre otras comunidades, a Asturias, Cantabria, Murcia y La Rioja. Sin duda la decisión de Agustín Turiel nace de constatar lo redundante de una estructura que sólo lleva consigo gastos -e incluso despilfarros de tiempo y esfuerzo- cuyo ahorro debe procurar todo administrador diligente.
Ojalá esa medida ayude a iniciar el camino hacia el ejercicio de la propia autonomía que, según creo, sigue siendo conveniente para León. A lo largo de los años que han transcurrido desde la implantación del mapa autonómico, he tenido ocasión de visitar en diversas ocasiones, y por asuntos relacionados con mi actividad literaria, tanto Asturias como Cantabria, Murcia y La Rioja, y mis contactos me han permitido ratificar lo que intuía firmemente desde el inicio del nuevo diseño territorial español: que todas esas autonomías uniprovinciales están desarrollando con normalidad las competencias y servicios que se les han traspasado, además de ir afirmando cada vez más positivamente su personalidad comunitaria en el marco nacional. En cuanto a los elementos profundos de su prosperidad o estancamiento, en todos los casos han estado -y están- fatalmente condicionados por decisiones de alta política estatal, en las que no es precisamente el tamaño de cada comunidad lo que más puede influir.
No dudo de la buena fe de los leoneses que propiciaron el actual encaje regional de León, pero a estas alturas parece evidente que fue bastante desatinado, y que, bajo cierta retórica falaz -invocadora de una solidaridad regional que no era el tema de fondo- y electoralismo aparte, estuvo determinado por la estrategia de establecer otro contrapeso a las llamadas nacionalidades históricas. Estrategia equivocada, pues ya se sabe que, frente a los posibles independentismos vasco y catalán, siempre latentes e irreductibles, no es solución estimular o inventar nuevos nacionalismos, más o menos especulares.
León era un antiguo y muy peculiar componente de España y no parece lógico, ni inteligente, ni racional, que deba dejar de serlo. Después de tanta historia común, en el momento del proceso autonómico el problema no era el de separarse, sino el de reencontrarse cada uno a sí mismo. Y resulta que el fin del denostado centralismo madrileño no ha hecho otra cosa que confundir y desarbolar a León, ahora tan desorientado colectivamente como lo estuvo bajo el franquismo, que todo lo menospreció y orilló. Yo no sé si León tiene futuro, pero pienso que sólo podrá conseguirlo si intenta protagonizar directamente su aventura, sin mixtificaciones políticas ni aditamentos administrativos innecesarios. Para ello, el nombre -la marca- es pieza fundamental del patrimonio. Por su envergadura física, histórica y cultural, León tiene derecho a asumir la vida de cada día sin inútiles intermediarios. No es una cuestión de separatismo, ni de nacionalismos, sino de sentido común."
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