AGRAVIOS COMPARATIVOS (3ª entrega)

Estamos en período preelectoral y, como no podía ser de otro modo, los políticos que aspiran a seguir "chupando del bote" (y abundan, ¡oiga!) prometen y prometen sin duelo. No hay ningún problema; no piensan cumplir. Ya conocemos aquello de: "Prometer... hasta meter, pero una vez metido... se acabó lo prometido".

Bueno, pues en este capítulo preelectoral debemos encuadrar la reciente promesa del "Angelito" Villalba de declarar BIC los más de 60 monumentos de la provincia de León que esperan dicha declaración desde el año 1.976. ¡Mira que son años...!

Y aquí viene el agravio comparativo. Mientras en la provincia de León hay más de 60 monumentos que esperan dicha declaración, el total de monumentos en situación similar, en toda la (anti)Comunidad es de 200. Una sencilla división de dicha cifra entre las 9 provincias daría un resultado de 22 por provincia, lo que supone que ésta de León aporta, ella sola, el cupo de tres. Conclusión, a vuela pluma: o tenemos muchos más monumentos que otras o estamos esperando desde hace más tiempo una declaración que no llega.

Pero ¿cómo es posible que siempre seamos nosotros los condenados a esperar declaraciones BIC, denominaciones de origen, carreteras, inversiones, etc., etc., etc., además de respeto y consideración?

¡Ah! y como siempre, una pregunta totalmente inocente del Húsar ¿donde estuvo el Sr. Villalba desde el año 1.976, que no se enteró hasta ahora de que más de 60 monumentos leoneses esperan la declaración BIC? ¿Cómo es posible que habiéndolo hecho tan mal el gobierno de esta Comunidad, la oposición, de la que es jefe el mentado señor, no esté todos los días denunciando la mala gestión? Y, sobre todo ¿cómo es posible que en estas circunstancias hayan hecho un pacto tan férreo (tan leonino) con el partido del gobierno para aprobar, sin apenas discusión, una modificación del Estatuto de la que no se ha informado a los ciudadanos y en la que éstos, por decisión de la casta que dice representarnos, no tendrán nunca ni arte ni parte?

¡Viva la democracia... ¿orgánica?!