Remembranza de un 1100 aniversario malogrado
Tiempo hacía, ¿verdad?, que esta sección no aparecía por nuestro colectivo de opinión. Sin embargo, fieles a sus convicciones, los seguidores del Húsar Tiburcio y colaboradores de este blog no olvidan ni sus antiguas costumbres ni su obligación primera que es la de sacudir a esta adormilada sociedad, sembrar la zozobra intelectual o la conciencia crítica en la misma y obligarla, en la medida de lo posible, a tomar la democracia en sus manos, olvidando antiguas formas y nuevos ganapanes de la política.
Lo cierto es que la preguntina de hoy lleva bastante tiempo agitando nuestras neuronas y creando en nosotros un gran desasosiego, una indudable comezón cercana al desespero: ¿qué habrá sido del “comisario” de los entremeses, que no obra seria ni digna de ser tomada en consideración, los sainetes que estuvieron en un tris de convertirse en pura farsa burlesca, los saraos que no pasaron de ser un divertimento para políticos y, en el mejor de los casos, para iniciados o sesudos intelectuales? A decir verdad parece que se lo ha tragado la tierra… castellana; ¿o será, simplemente, que “goza del merecido descanso”? ¡Se confesaba tan extenuado el hombre…!
¿Dónde quedaron todos aquellos fastos prometidos, las huellas que esa efeméride iba a dejar en la conciencia colectiva, el nivel de conocimiento, respeto y aprecio que por estas cosas de León iba a despertar el 1100 aniversario? Desde el principio sospechamos que, con la zorra ejerciendo de superintendente del corral, la batalla estaba más que perdida, las cartas más que marcadas y la tomadura de pelo de los de siempre perfectamente orquestada, asegurada y certificada en el más puro pergamino hecho de la piel del borreguín medieval que entre todos habían matado pero que tuvo el atrevimiento de morirse. ¡Hay que tener mala leche, el bicho este!
Lo cierto es que se acerca la fatídica fecha del Viñalar ese que la junta juntera celebra, exalta y hasta reverencia, derrochando, como si nos sobraran, los euros que no invirtiera en lo verdaderamente importante, y, sin embargo, no hemos ni siquiera olido el nombre (que tampoco nosotros pronunciaremos) del pobrín comisario que trataron como aquel tonto útil del cuento. ¡Y algunos que barruntaban que le nombrarían prohombre de la cosa esta, premio extraordinario de lo otro, patricio quizá de esta nueva aristocracia castellufa o eminencia reverendísima del invento! ¡Qué mal pensados son algunos! ¡Anda que, si después del ridículo, se encuentra con que experimenta en sus carnes aquella mentada frase de “Roma no paga traidores”! Desde luego es para coger los trastos de matar (al pobre león “fané y descangallao”) y largarse, por lo menos, a la Isla de Pascua a cazar gamusinos o a limpiarle las orejas a los moáis.
¡Qué distinto, en cualquier caso, de lo que vemos u oímos todos los días, referido a otro tipo de celebraciones! Un par de ejemplos, no más: ¿creen ustedes que se va a celebrar con la misma sordina el bicentenario de la Constitución de Cádiz? ¿Se acordará alguien, por cierto, de su abuela, La Carta Magna Leonesa de Alfonso IX? ¿Y qué me dicen del 800 aniversario de la Universidad de Salamanca? Ya hace varios años que se están llevando a cabo actos de gran relevancia… lo que nos congratula, no vayan a creer lo contrario. ¿O el V Centenario del descubrimiento de la Florida? ¿O semejante fecha para el nacimiento de Miguel Servet? ¿O…? Pongan ustedes lo que quieran que ejemplos no van a faltarles y comparaciones odiosas tampoco.
Aquí, sin embargo, seguimos apacentando el rebaño, ejerciendo de mastín mansurrón, arrojándonos las miserias unos a otros, multiplicando los grupúsculos hasta el infinito y, en suma, haciendo el ridículo más espantoso ante tirios y troyanos, romanos y griegos o incluso leoneses y castellanos; es lo nuestro. A los traidores se suman los necesitados, a estos los pusilánimes, a los otros los papanatas, a los de más allá los ambiciosos, los pagados de sí mismos o los políticos medradores y ya tenemos el caldo de cultivo de una sociedad que comienza a dar náuseas. ¿Cuándo podremos apearnos de este autobús infernal que nos arrastra al abismo, si es que no conseguimos pararlo?
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