El experimento básico que condujo a Martin Seligman a describir la indefensión aprendida es de una gran simplicidad y elegancia. En un recinto preparado al efecto, utilizaba varios pares de perros emparejados, a los cuales se les aplicaba, en distintos momentos, una descarga eléctrica. Del par de animales, sólo uno de ellos tenía acceso al mecanismo capaz de interrumpir la descarga. Una vez que el perro descubría el mecanismo, era capaz de detener la descarga eléctrica, que en ese momento finalizaba para los dos perros.
Es importante entender que lo que era sustancialmente diferente para ambos perros en este experimento no era la situación aversiva en sí misma, ya que la frecuencia e intensidad de las descargas eléctricas era idéntica para ambos, sino la situación respecto al control, pues aunque ninguno de los dos perros podía evitar el comienzo de las descargas, uno de ellos tenía la posibilidad de interrumpirlas una vez iniciadas.
En sucesivas repeticiones del experimento, una vez realizado el aprendizaje de esta situación experimental, se cambiaba a los animales a una nueva. En ella, ambos perros tenían acceso al mecanismo que podía interrumpir la descarga.
En ese momento lo que se observaba era que el perro que en la situación inicial no había tenido acceso al control, había desarrollado lo que en Psicología se conoce como “expectativas de fracaso”. Unas expectativas que le impedían descubrir que se hallaba en una situación diferente... unas expectativas que iban a marcar su actitud ante la vida. A esa incapacidad de reaccionar ante una situación estresante -existiendo la posibilidad de hacerlo- es a lo que Seligman llama “indefensión aprendida”.
El aprendizaje realizado por el perro que había tenido permanentemente acceso al control era muy distinto. Aunque recibía las mismas descargas que su compañero, no dudaba de su habilidad para detener la descarga. Su personalidad era la de quien está seguro de su capacidad de modificar su entorno de alguna manera. Sus expectativas eran de éxito.
Salvando las distancias el pueblo leones se encuentra en la misma situación que el perro que ha desarrollado la “expectativa al fracaso” y todo ello por no tener, o pensar que no tiene, el control. Al inicio de la pesadilla autonómica para los leoneses había cierta creencia de que se podía cambiar algo con un partido que luchara por los intereses de León y sus legítimas reivindicaciones. Pero ¿qué ha hecho que el leones cultive esta Indefensión Aprendida?
- Los nefastos dirigentes de este partido a lo largo de loas años, especialmente la actual directiva de la UPL.
- Un saqueo constante de recursos e instituciones leoneses transferidos a Castilla y más concretamente Pucela, sin que los políticos leoneses de partido estatales alzaran la voz.
- Un constante sentido de culpabilidad inculcado por el Diario de León a todos los leoneses día tras día haciéndoles pensar que la decadencia leonesa es debida al leonés y que debemos dar gracias por estar administrados desde Castilla.
Frente al perro pesimista leonés, a quien se ha inculcado que no tiene control sobre su futuro, tenemos el perro pucelano o castellano que sabe que actuando puede modificar su entorno, sabe que manda Castilla, sabe que su voto es útil para ellos, sabe que puede parar la descarga eléctrica y abrir las compuertas de los trasvases leoneses a su tierra, sabe que va a dominar las subvenciones, sabe que va a dominar la publicidad del turismo..., etc, etc. Para el perro pucelano las EXPECTATIVAS SON DE ÉXITO ya que desde el inicio tenia acceso a la palanca que cortaba las descargas... léase "presupuesto de Castilla y León", DOMINA... AL LEONES LE HAN HECHO CREER que no tiene acceso a la palanca de corte de la electricidad por lo tanto depresión y conformismo.
Piensa en ello... el leonés no es tan culpable si lo asimilamos a un perro, pero lo cierto es que no lo es.
1 comentario:
Cuanta verdad en este artículo Canxeco y en la primera foto.
Efectivamente lo importante es cómo cada uno se percibe a sí mismo, la tragedia en este caso es que el León se percibe como manso gatito.
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