A palabras necias, oídos sordos
Tiempo hacía ya (y a decir verdad bien que lo echábamos de menos) que esta sección no asomaba por los balcones de esta singular página reivindicativa. Sin embargo, con las elecciones ya a tiro de piedra, a poco que nos esforcemos, pongamos el oído en sintonía u ojeemos un periódico, aunque sea de los gratuitos, no va a faltarnos material para seguir largando nuestras velas al viento de tanta estupidez, de tanta mentira, de tanto engaño, de tanta manipulación, de tantas promesas electorales en plenas rebajas y de tanto insulto barriobajero sin, por otro lado, añadir ni un ápice de racionalidad al debate que nos interesa.
Hoy elevamos nuestra voz para comentar uno de tantos desafueros o manifestaciones destempladas leídas hace un par de días en la prensa local. Se trata, no me corregirán entonces ustedes los adjetivos que acompañan, ni me los bajarán siquiera un punto en su escala cualitativa, de una estupidez más que palmaria de alguien que, a no dudar, no conoce nada de nada de los garbanzos que por aquí se cocinan. La simpática, dicharachera y sonriente Rosa Díez paseó su palmito, el pasado día 10, acompañada de sus “fieles” correligionarios (que no hacían número ni para llenar un monovolumen), por los barrios más castizos del viejo León. No se le ocurrió otra cosa, a esta pobre y despistada señora, que arremeter contra la lengua leonesa y seguir tocando el cencerro desafinado del "mapa autonómico”, ¡tratando quizá de pescar algún que otro voto bastante más perdido que su conocimiento sobre los verdaderos problemas de estas tierras!
Pero ¿que le ha hecho a esta buena mujer la lengua leonesa? ¿Hasta dónde alcanza el escándalo de unos románticos que no pretenden sino llevar a cabo alguna que otra acción puntual para recordar su existencia? ¿No lo recomienda la propia UNESCO (incluso acciones más contundentes) para evitar su definitiva e irreparable desaparición?
Pues, a pesar de todo, la Rosa ésta del rosal de la rosaleda, “se largó una rajada” que debió exigir de los suyos un ímprobo esfuerzo de atención y un tal desgaste neuronal que, seguramente, les tendrá todavía anestesiados; puede que no sean capaces de despertar hasta el día después de los comicios…
¿Que no nos creen? Aquí tienen parte del testimonio, recogido, tal cual, de uno de los periódicos de la ciudad: “cree que ha llegado el momento de que los políticos luchen por defender los derechos de los ciudadanos y dejen de enzarzarse en «polémicas artificiales» como es el de la enseñanza y defensa del leonés. «Ni los leoneses se ponen de acuerdo sobre eso», afirmó mientras defendía la lengua como elemento de entendimiento, no de disensión o separación. Díez apostilla que las lenguas no tienen derechos, «los que los tienen son los ciudadanos a ser educados en su lengua materna» pero nunca que ésta prime por encima del español”. (¡!¿?)
¿En qué quedamos en el duro o en los veinte reales? Porque no acertamos a comprender cómo se compagina la educación en la propia lengua materna, con la negación del leonés y con la primacía del español. ¿Insinúa esta nueva "Rosa de España" que el leonés no es una lengua española? Y ¿qué derechos son esos que permiten que nos eduquemos en nuestra lengua materna (no necesariamente el español) y sin embargo establecen que éste tenga primacía sobre la lengua en que nos educamos?
Pero sigamos con las declaraciones; ya que defiende la lengua, aquí le van, “de gratis”, unas breves lecciones que extraemos de la propia RAE y otros diccionarios etimológicos:
A) necio: 1. adj. Ignorante y que no sabe lo que podía o debía saber. 2. adj. Imprudente o falto de razón. 3. adj. Terco y porfiado en lo que hace o dice. 4. adj. Dicho de una cosa: Ejecutada con ignorancia, imprudencia o presunción.
B) necio: del latín nescius. Scire: verbo que significa saber (ne scius: el que no sabe)
C) necedad: 1. f. Cualidad de necio. 2. f. Dicho o hecho necio. Sinónimos: Sandez, estupidez, majadería, simpleza, bobería, bobada, despropósito, desatino, etc.
C) necio: sinónimos: tonto, ignorante, insulso, fantoche, fatuo, majadero, memo, pánfilo, cretino, lerdo, rocín, etc.
¿Cuál le parece más conveniente? Como no pretendemos hacer demostraciones de mala voluntad, nosotros nos quedaremos, únicamente, con el sentido más cercano a la etimología. Por todo ello le brindamos un pequeño consejo que tomamos del escritor francés Georges Duhamel: “Cuando se quiere saber una cosa, lo mejor que se puede hacer es preguntarla”. Así se evitarían meteduras de patita como la que le hacen, a esta ilustre dama (de la que, por otro lado, teníamos una mejor opinión), figurar hoy en nuestra colección de refranes.
Y así, con toda propiedad, repetiremos el encabezamiento de este comentario: “A palabras necias, oídos sordos”, puesto que “no ofende quien quiere, sino quien puede” y, sin presunción ninguna, este tipo de “polémicas artificiales” le habrán proporcionado una portada y, con ello, un supuesto minutín de gloria… pero la ha errado, usted, señora mía, y no sabe hasta qué extremos. ¿No ve que ya se mete con nosotros demasiada gente y que no llega ni a los postres? ¿No le parece que no obtendrá ningún rédito contribuyendo al intento de despedazar a este pobre León del que no quedan ya ni los huesos? ¡Qué gratuito resulta el pisotón al caído! Mas ¡qué ridículo empecinarse en errores de este calibre y sumarse a estas burdas maniobras…!
Una última consideración, esta vez de un filósofo de quien, sin duda, habrá oído usted hablar, Jean Paul Sastre: “Un listo se recupera del éxito: un tonto, jamás".
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