La capacidad de mimetizarse con el paisaje y hasta con el paisanaje parece ser connatural a la mayor parte de la clase política que amamantamos a las ubres de nuestros impuestos. Su cara dura tampoco parece tener límites, por lo que se dirían cruces de camaleón y mono pandillero, de esos que roban, sin el menor rubor, hasta la comida de los dioses, por los templos del lejano oriente.
Mas si es esa su natural forma de pasar por la vida (o mejor de vivir del cuento), exhibiéndose cual pavo en celo siempre rodeado de su cohorte de aduladores, de asesores de imagen, de jefes de gabinete y de chicos de la prensa, en vísperas de elecciones, sus híbridas hormonas se disparan al ritmo que parecen disminuir sus ya, de por sí, escasísimas neuronas.
Esa es, seguramente, la única clave que nos permite interpretar el por qué de tanta locuacidad, de tanta cháchara, de tanta alusión mezquina el pretendido enemigo político, sin aportar una idea consistente, en busca, sobre todo, de un huequecito en los medios, “una portada, por favor” o un titular en negrillas y con letras de tamaño más que respetable. Pues, para poco respetables, ellos mismos, sin duda ninguna; ebrios de poder, pretenciosos hasta la nausea, engreídos y presuntuosos como un niño pijo, fatuos y petulantes cual eruditos a la violeta que, sin embargo, no han pasado ni siquiera de la lección del lunes, hace tiempo han superado hasta los calificativos de impertinentes, insensatos, cargantes y desvergonzados. El único ingrediente que podíamos echar de menos en este explosivo cóctel era su falta de memoria, mas como de ello dan pruebas sobradas a diario, en situaciones como la que padecemos, hacen incluso gala de esta carencia a un ritmo que haría palidecer de envidia al propio Goebbels.
Lo que dicen acá lo contradicen acullá; lo que aquí les pone allí les indispone, los compromisos de antaño se tornan en servidumbres hogaño y el desnortado votante está más perdido que Wally o, por decirlo de otro modo y en un nuevo golpe de tuerca, más que un gusano en un gallinero.
Pero ¿qué importa? Que siga eso que, para más coña, tienen el atrevimiento de llamar “la fiesta de la democracia” y continúen calentándonos el oído y regalándonos frases para la pequeña historia y su gran vanidad (“vano = hueco, vacío y falto de solidez”). Nosotros no perderemos la ocasión de traerlas a este blog para escarnio de los unos y regocijo de los más.
¿Algunos ejemplos para hoy? Pues vamos a ello:
Matías Llorente (líder campesino) que, tras varios siglos en la atalaya de la Diputación, ha debido darse cuenta del rumbo de esta su tierra; ¡anda que ya tocaba!: “Ahora vamos a ver dónde empieza la solidaridad; si por el eje de desarrollo industrial de Palencia y Valladolid o por la miseria y precariedad de León”. ¡Y seguro que al decirlo de un tirón, no le dio tiempo a ponerse colorado! ¡Vergüenza y bochorno…! (¡A buenas horas, mangas vedes! que dirían nuestras abuelas).
Antonio Silván (sonriente y repetitivo consejero de Fomento de la Junta contra León) que, tras inversiones millonarias en Villaniebla y zancadillas para el "aeródromo" de León, pontifica ahora en esta su casa intentando contrarrestar las continuas meteduras de pata del alcaldísimo con apellido felino: “En Castilla y León hay cuatro aeropuertos y la realidad demuestra que la evolución es positiva en todos ellos”. ¡Naturalmente, como siempre, rascando el bolsillo de los leoneses y a contra pelo!
Miguel Alejo (que nunca pensó llegar tan lejos): “El Gobierno de España está dispuesto a ayudar a la Junta para impulsar la Autovía León-Bragança”. Observen con atención este modelo de retórica hueca y que a nada compromete… salvo a “impulsar” que (mucho nos tememos) no es lo mismo que “construir” o “llevar a cabo”. La resaca electoral nos sacará de dudas…
Juan Vicente Herrera (presidente de la cosa esta) En la inauguración del “parquecín” tecnológico y tras reconocer (¡humilde que se nos ha vuelto…!) que “habrá llegado con retraso, pero ha llegado” (¡valiente cretinada!), largó su frase lapidaria de la que algunos aún no se han recuperado: “Este parque nos acerca más a Europa”. ¡Y nosotros que creíamos formar parte de ella…! ¿Será acaso por lo de los criterios de convergencia? ¿Repartirán euros para alcanzarlos o será una plataforma virtual para desplazarnos a Paris, Roma o a la mismísima Bruselas en menos que un pájaro de estos nos entone una nueva melodía? Una melonada más a la colección…
Juan Antonio Gato (¡menudo lince este!), presidente de la Confederación Hidrográfica del Duero, parece, con sus manifestaciones, querer echarnos hasta la culpa de la falta de agua pues “la situación de Riaño complica el trasvase a Palencia”. ¿Pero no habíamos quedado en otra cosa cuando, a tiro limpio, expulsaron a las gentes del valle? ¿No habían estado ocultando esta sangría bajo una capciosa e intencionada interpretación sobre los excedentes de un agua cada vez más preciada? ¡A que van a volver de nuevo a la carga con la cantinela de la insolidaridad!
Y, para terminar, al menos por hoy, cerraremos con broche de oro trayendo a colación la riestra de insensateces de la mujer esa de Valladolid que debe tener arrendada la aguja de marear, Soraya Rodríguez, hasta la fecha, presidenta del grupo socialista en el Ayuntamiento de la arriba nombrada, y que debe estar haciendo méritos para ser admitida en el grupo del señor con apellido mortificante para su persona. Exige, la sufrida y torpe dama, sin pudor ninguno, a la UPL que “no encienda mechas entre provincias”, si estos tratan de defender la viabilidad del aeropuerto de León; pero, en plena rajada paleteril afirma: “Defender la potenciación del aeropuerto de Valladolid es tener visión estratégica”, para apostillar más tarde que “el desarrollo del aeropuerto vallisoletano no sólo favorece a Valladolid sino a toda la región”. ¡Y se quedó tan ancha, oiga! Naturalmente que conocemos de antaño sus teorías sobre el desarrollo de esta ciudad, de que “todo es bueno p’al convento” y que, no podría ser de otro modo; estos pobres y sacrificados centralistas no están dispuestos a seguir estando en la cola del desarrollo de esta autonosuya. ¡Cómo podemos ser, algunos, tan poco solidarios, tan poco caritativos y tan poco fraternales! ¡Ya entiendo por qué nos siguen llamando cazurros!
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