El Húsar, tan parco, habitualmente, en palabras se nos ha destapado, en el día de hoy, con ganas de plática. Contagiado, quizá, por tanta suelta de lengua, en este precalentamiento de urnas, pretendía largarnos todo un tratado de marketing electoral. Argumentaba, entre otras razones, el siempre inocente Tiburcio, que, en la defensa de nuestra tierra, no cabían razonamientos demasiado barrocos, que no era necesario multiplicar los slogans, puesto que ello no haría sino confundir al pobre votante, y que bastaba con gritar alto y claro nuestra verdad, la situación de nuestra tierra leonesa, para conseguir un número nada despreciable de adhesiones, sobre todo, y especialmente, considerando cómo tenemos el patio de revuelto y el corral en plena agitación.
Hay que comprenderle; el pobre sigue aferrado a sus ideas, a sus prioridades y a su código de valores, creyendo aún en el poder de la palabra empeñada y en la promesa solemnemente formulada. ¡Qué lejos parecen quedar aquellos tiempos!; casi tan distantes como el espacio que media entre un político y su supuesto compromiso de cumplir lo prometido. Ya se sabe aquello de “prometer hasta meter…”, el voto en la urna, naturalmente. Claro está que, en aquellos tiempos de guerras napoleónicas, no se habían popularizado los asesores de imagen ni habría tenido sentido alguno aquella tremenda frase, atribuida a don Enrique Tierno Galván, de que “las promesas electorales se hacen para no ser cumplidas”.
Mas, como de teorías estamos ya bastante hastiados, abusando de nuestra más que buena relación, le pedimos al Húsar que pasara de las palabras a los hechos, que siempre son más edificantes, y aquí les mostramos el resultado. Lamentamos no haber podido transcribir todo su discurso pues era tan atropellado que apenas tuvimos tiempo de garabatear algunas de sus ideas. Valgan, sin embargo, como testimonio de su pensamiento.
“Leoneses, pero ¿qué más habéis de aguantar para sacudiros de esta ya demasiado larga pesadilla? Para tomar conciencia de vuestra más que lamentable situación ¿no os alcanzan 25 años de desprecios, de burlas, de ninguneos, de insultos, de humillaciones, de engaños, de chantajes, de rapacerías, de asaltos a nuestra cultura, a nuestra historia, a nuestra economía y a nuestra dignidad? ¿Qué nuevo agravio tiene que asomar por el sur de vuestras desdichas para que este León despierte, de una vez, o al menos comience a desperezarse? Si el polvo del camino ha embotado incluso vuestra memoria y habéis perdido la cuenta en la lista de los agravios ¿No os basta con los más inmediatos?
¿Qué haremos, entonces, con las superferolíticas líneas de la Mega alta tensión; qué con la contaminación del agua de muchos de nuestros pueblos; qué con el expolio de nuestra montaña; qué con la nula inversión de tanto polígono en barbecho; qué con el abandono de nuestro patrimonio; qué con la despoblación de nuestro mundo rural; qué con la falta de atención sanitaria; qué con el negro futuro de nuestros jóvenes; qué con la pérdida de poder político y económico; qué con la incapacidad de gestionar nuestros recursos; qué con la negación sistemática de nuestra identidad?
En esta sinistra travesía hacia la nada, envuelta en retóricas huecas de promesas a medio formular, esta casta política que nos oprime entrena ya sus engañosos cantos de sirena y afila ya sus lenguas de serpientes venenosas dispuestas a mantenernos anestesiados.
No os dejéis engañar una vez más; no merecen ni vuestro voto, ni siquiera vuestro respeto los que nos han colocado en este terrible estado de postración, los que se amparan en una situación de amoralidad seudodemocrática para mantenernos uncidos a un carro del que nunca quisimos tirar, los que, henchidos de poder, siguen manipulando nuestras conciencias, amedrentándonos con chantajes, menospreciándonos como a pobres idiotas y humillándonos como a siervos por mor de sus mezquinos intereses. Esos que luego seguirán cacareando impúdicamente sus mayorías y atribuyéndose representaciones y facultades que nadie les ha conferido. ¿No ha sido ese, precisamente, el origen de nuestros males y la perpetuación de los mismos?
No les hagáis caso; se encuentran tan a gusto en el poder que no repararán en esfuerzos para mantenerlo. Os mentirán a sabiendas, os negarán la realidad pues tratarán, como siempre, de moldearla a la medida de sus preferencias e incluso nos acusarán de insolidarios, rancios, trasnochados y miopes. ¡Mejor ser miope que ciego!, puesto que, como bien dicen el refrán, “no hay peor ciego que el que no quiere ver”. Y aquí está, también, sin duda, el germen de nuestras desdichas. Si es cierto que la realidad termina siendo del “color del cristal con que se mira”, unas gafas políticas les vienen sirviendo para intentar ocultar sus vergüenzas, sus manipulaciones y sus mentiras.
Arrancadles, entonces, esas gafas que no les dejan ver más allá de los intereses de sus partidos y que la luz de la verdad golpee con fuerza sus conciencias hasta dejarles ciegos. ¿Que ellos se dicen más? ¿Y eso qué nos importa, si nosotros somos mejores? ¿Que cuentan con más medios? Y eso que nos importa si nosotros tenemos más imaginación y peleamos por una causa noble.
Pero ¿quién puede creer aún a ese Morano que debería figurar en el record de los cambios de chaqueta, de opinión e incluso de partido? ¿Con qué cara se presenta, siquiera, ante vosotros, después de pasarse un par de siglos sentado en el Congreso sin dar golpe y rascándose el ego? ¿Viene haciendo otra cosa que pasear palmito por las calles, pontificar en micrófonos amigos y acaso acompañar, cual reina madre, en cuanta cena o sarao le han permitido? Amortizado está y más gastado que los ejes del carro del Manolo.
Y ¿Qué puedo deciros del Ministro? Toñín, el del Crucero, como dicen algunos. Un chico para todo, al que lo mismo utilizan para un roto que para un descosido. Puede que disimule sus virtudes o yo no se las vea, pero puede ocurrirle como en el chiste aquel de la suegra que no sabían dónde ponerla, naturalmente, porque ya en todas partes estorbaba… Pero, claro, es amigo de clase del que manda… ¿Me creerán ustedes si les digo que, además de tímido y melifluo tiene aspecto de gafe? Labia no es que le sobre pero tiene la rara habilidad de meter más la pata que un bailarín de tango… El pobre no se entera, mas opina; no importa sobre qué ¡total todo se olvida! Empeña su palabra y no sabe siquiera si lo que ha prometido puede llevarse a efecto. Habla y no dice nada, aunque siga creyendo que un tópico nos basta para hacernos felices ¡total, somos tontines! Y puestos a inventar no tiene precio; describe realidades que no florecen ni en el mejor momento del más bonito sueño. Para él no existe el paro, en León no hay problemas y, en estos cuatro años, nos hemos situado en la cima del mundo; no importa, ¿que aún no es cierto del todo? Démosles cuatro años y ya verán ustedes dónde pone a León… “en el centro de España” ¡Hace falta ser cara, torpe y fato!
Hay, para terminar, la eterna cantinela, para intentar vendernos, otra vez, la vieja burra del siempre discutido “voto útil”, como el del Señor Cayo; asistimos, especialmente en León, a la sin par batalla de dos grandes partidos que, por si nos quedaba alguna duda, no se ponen de acuerdo más que para acabar con la identidad leonesa… cualquiera momento es bueno para ello. Es cierto, aquí se juegan mucho; nada menos que la honrilla de ganar o perder en el pueblo del Señor Presidente. Aquí está, a buen seguro, su gran debilidad y nuestra fortaleza. Precisamente por eso, tenemos la ocasión histórica de dar un puñetazo sobre la mesa, elevar la autoestima, confesarnos, sin miedo, leoneses y actuar como tales. ¡Qué importante sería contar con una voz en el Congreso! ¿Imagináis siquiera la repercusión mediática del hecho? ¡Demos una lección! Enseñemos a España que existimos, que a pesar de 25 años de incurias y desprecios aquí respira un pueblo del que poder aún sentirse satisfecho.
Votad con alegría por lo vuestro, ¿no lo hacen los demás? ¿Y tan mal les ha ido? ¿qué diferencia veis en un nuevo reparto entre PP y PSOE? Tres dos, dos tres… ¿Y qué puede importarnos esta batalla insulsa de gallos de pelea cuando lo que está en juego es la existencia? Votad con valentía y con coraje; si hace falta con rabia, para que todos estos que han estado chupando vuestra sangre se alejen de una vez del escenario. Dadles una lección, y que escarmiente el resto. De otro modo no aprenden, ni escuchan, ni se enmiendan, pues se creen perfectos.
La grandeza de la democracia es que, al menos a priori, todos partimos con las mismas opciones y solo al pueblo corresponde opinar. Levantaos entonces como un solo hombre y sentíos capaces de cambiar vuestra historia; fabriquemos con ilusión nuestro futuro, incluso en el orgullo de los que nos precedieron; no consintáis que se burlen ni un minuto más de vosotros ni os roben la esperanza. Leoneses, movilizaos por la más noble de las causas: vosotros, vuestros hijos y vuestra tierra. No cedáis ni un milímetro más, no claudiquéis. ¿No ha sido ya bastante?”
Estas han sido, mal que bien, las ideas que ha querido transmitirnos, para la ocasión, nuestro inefable Húsar, o, al menos, así las hemos nosotros entendido. Ahora queda actuar y dar a conocer este mensaje pues, a decir verdad, no parece estar muy alejado del análisis de la situación, ni de los argumentos ni, tan siquiera, de la solución que propone. ¿Nos apuntamos a ella?
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