sábado, abril 22, 2006

VEINTITRÉS DE ABRIL

De nuevo la estéril y repetida polémica que no viene a añadir nada nuevo a los razonamientos esgrimidos por tirios y troyanos. Con la misma terquedad y el mismo empecinamiento de siempre, pero con el agravante de utilizar para ello nuestros propios impuestos y los cada vez más numerosos almuédanos que se prestan al vocerío autonómico vano, superfluo y rimbombante, se nos querrá convencer de nuevo de las bondades de nuestra pertenencia al Ente invertebrado, de las raíces históricas de ésta “su comunidad”, del nuevo pedigrí castellano que nos redime de nuestros ancestrales traumas leoneses, de la lucha intrépida y de la muerte heroica de aquellos bravos y osados comuneros que, ¿cómo no?, en un alarde de política ficción sin precedentes, barruntaron y pusieron los cimientos de “la Comunidad más Grande de España” (faltaba quizás también lo de “Una” y “Libre” adjetivos que se encargará de añadir otro nuevo patriota, no menos soñador, Onésimo Redondo).

Con idéntica impunidad seguirán algunos manoseando la historia, reescribiendo acontecimientos, reinterpretando hechos y palabras, manipulando, en suma, un pasado que no pertenece a nadie en exclusividad pero que representa un devenir colectivo y que, por lo mismo, exige un respeto escrupuloso. No importa; cada año es una nueva vuelta de tuerca que nos lleva de “los premios C” a las distinciones X... pero, de forma impenitente, al absurdo colectivo, y con la tozudez del mulo que no tiene más argumentos que la fuerza de la costumbre.

No se trata pues de perder el tiempo con argumentos archiconocidos; desgraciadamente no sirven de nada. Sí, quizás para que ciertos escribidores a sueldo (del poder establecido, naturalmente) encuentren la justificación a algún nuevo proyecto millonario para publicar otra “obra definitiva sobre la identidad regional”, nos flagelen con los consabidos adjetivos de insolidarios, paletos o montunos, y nos regalen los oídos con recomendaciones del tipo de “hay que ser más respetuosos” mientras se permiten llamarnos "cavernarios" y decir que "damos la tabarra" (¡Viva el respeto, oiga! o ¿es que no se enteraron de que eso rige en ambas direcciones?).

Ese es el espejo en el que, sin duda, muchos leoneses y/o leonesistas quisiéramos vernos reflejados y, sin ninguna duda, ésa sería la solución a muchos de nuestros problemas; porque ¿qué respeto se demuestra con el que, de una manera democrática y civilizada, defiende unas ideas y no recibe más que insultos, desprecios, vejaciones e incluso castigos económicos que están estrangulando el futuro de su tierra? ¿Quién se ha enfrentado, con seriedad, a la gran pregunta que, desde la llegada de la democracia a este país, nadie ha querido hacerse por estos pagos? Que ¿cuál puede ser ésta? ¿No es suficiente con pulsar el ambiente de desilusión en el que esta tierra languidece, para adivinar que la denominada “desazón leonesa” tiene unas causas objetivas y unos argumentos más que válidos para ser considerada? ¿Cuándo ha sido atendida la más ínfima de las reivindicaciones leonesistas, a pesar, incluso de las recomendaciones europeas de respeto a la diversidad y a las minorías? ¿Quién, desde el poder, ha cedido un ápice ante esta enorme incongruencia autonómica y este insulso martilleo de región, región, región (¡ar!) que no existe más que en sus alucinaciones? ¿No estaremos, entonces, los leoneses, ante una especie de situación absolutamente similar a la que se vivió, en España, cuando los Padilla, Bravo y Maldonado se rebelaron, al parecer, contra los intentos de un centralismo que consideraban absurdo y lesivo, y en defensa de determinados derechos o privilegios?

El 23 de abril podría también ser, en este sentido, una fecha de referencia para los leoneses; pero convertirlo en la fiesta de la exaltación de una Comunidad artificial, en el cacareo inútil de una simbología vacía de sentido, carece de toda lógica presente y rigor histórico con base en el pasado; lo diga quien lo diga y lo traten de mantener los políticos que, supuestamente (porque en el sentido autonómico les recuerdo que nunca hemos sigo preguntados) nos representan. Pero ¿de qué podemos ya sorprendernos? No olvidemos aquella coplilla que decía:

Por Desgracia, cada día,
comprobamos en León
que por encima de ideas
se encuentra la digestión
.”

Nuestro 23 de abril seguirá siendo, el día de Cervantes; mantendremos la sana costumbre de comprar un libro (preferiblemente de tema leonés, para compensar) pero nadie podrá arrebatarnos el derecho a continuar reivindicando los otros 23 de abril, como otros tantos días de recuerdo hacia los desprecios, engaños y opresiones para con determinados pueblos o colectividades que se sienten perjudicados en sus derechos.

Cualquiera podría elaborar una rápida lista en la que, seguramente, no faltaría el día del engaño y venta de esta tierra por parte de Martín Villa; la bajada de pantalones sucesiva de algunos que, sin embargo, encabezaron grandes manifestaciones de reivindicación leonesista; las reiteradas huidas de empresas (supuestamente) leonesas que se han dejado seducir por los millones del castellanoleonesismo imperante (medios de comunicación y entidades financieras incluidas); la nula capacidad de reivindicación de nuestros valores tradicionales y nuestras diferencias, por parte de los que dicen haber sido elegidos para representarnos; la falta de aprecio, el desconocimiento culpable, la manipulación pretenciosa y la inexistente promoción de nuestra cultura (leonesa) desde algunas instituciones cuya primera obligación es precisamente ésa (concejalías de cultura de los ayuntamientos del País Leonés, federaciones de deportes autóctonos, etc.). El húsar no quiere agotar la lista de agravios privándonos de nuestra capacidad de seguir imaginando y añadiendo los que aquí no se citan; ésa sería también una buena forma de reivindicación participativa.

Permítasenos también un consejo para terminar, dirigido, esta vez, a los que seguirán deshojando la margarita del ridículo y la duda hamletiana del "ir o no ir a Villalar", parodiando, para ello, algo que está en la mente de casi todos: “Si hay que ir, se va (sobre todo si a usted le pagan por ello y pasa revista el jefe para la foto; ¡Tráguese el sapo solo y déjenos tranquilos!), pero ir pa na, es tontería” (hágan caso a este húsar que tiene experiencia en la lucha contra el invasor).

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