A fuerza de fijar nuestra atención y nuestros esfuerzos intelectuales en lo que pasa, en la inmediatez de las cosas, en los problemas de cada día y, prioritariamente, en el reparto de la miseria de los fondos de esta Comunidad Autónoma, Diputaciones o Ayuntamientos, estamos cayendo en la trampa de dejar de lado el debate fundamental que, a nuestro entender, no debería establecerse tanto en lo que tenemos o deberíamos tener sino realmente en lo que somos o deberíamos ser.
Con toda la prevención que nos da la conciencia de estar hablando desde una perspectiva personal y ¿por qué no parcial? (se nos presupone a todos el mismo derecho de libertad individual de opinión), la construcción (o por mejor decir la reconstrucción) del territorio leonés debería seguir siendo tema prioritario para los que nos movemos en este océano de incomprensión hacia el hecho diferencial leonés. Seguimos echando en falta un debate público "sin complejos ni falsos pudores", una reflexión madura, honesta, constructiva, aunque ello implique también aspectos complejos y contradictorios.
Pero ¿es posible todavía, después de 25 años de lucha, de artículos de opinión, de aventuras políticas más o menos exitosas, de traiciones, de ventas al mejor postor político, de olvidos y de renuncias, de espantadas y manipulaciones de la opinión pública, de mesas redondas o alargadas, de colecciones de siglas en pro de una idea "común", seguir interrogándose sobre la identidad leonesa? ¿Acaso no ha sido suficientemente, debatida, cuestionada, denostada, pero, en fin de cuentas, demostrada, sin ningún género de duda?
Algunos, en mucho mayor número quizá del deseable, tras el velo de una traición o renuncia justificada, seguirán posiblemente razonando, pero ¿quién puede aún preguntarse o, menos aún, interesarse por una cuestión, en apariencia, tan baladí? ¿Es, cuando menos, posible cambiar este estado de cosas? (entiéndase con ello el marco estatutario o incluso constitucional).
Suponemos que, también en este caso, la libertad de opinión, en el más escrupuloso respeto a los principios establecidos, nos permitiría a los leoneses tener y expresar públicamente nuestras ideas al respecto. Y ¿quién se puede sentir ofendido, si nuestro sentir no se corresponde con la más pura ortodoxia de la maquinaria política al uso? ¿No es hora ya de perder el miedo y expresar claramente, con la voz y con el voto, de la forma que proceda (medios orales o escritos), aquello en lo que creemos y para lo que nos sobran razones?
Estamos hartos de oír frases como "conformarse es aceptar y aceptar es claudicar"; hoy vamos pues a añadir algunas nuevas citas a la colección. Según el Mariscal Foch, "aceptar la idea de una derrota, es considerarse vencido de antemano" y, en la misma línea, para dejar de lado ese sentimiento de victimismo del que tanto se nos acusa (a veces quizá con razón), deberíamos comenzar a pensar con Françoise Gaudet-Smet, que "no hay que esperar tiempos mejores, hay que empezar a fabricarlos"; pero hay que fabricarlos sobre el optimismo y la confianza en el futuro de esta tierra, sin complejos ni estúpidos papanatismos, sintiéndola y trabajando por ella en el nivel de responsabilidad que a cada uno competa. Sin exclusiones, sí, pero sin renuncias ni entreguismos; sin aspavientos, también, y sobre todo con el discurso sereno y los argumentos razonados que descolocan a ese contrario que pretende, falto de otras armas dialécticas, zaherirnos con los tópicos ya conocidos de pueblerinos, insolidarios y otros peores que por respeto no reproduzco. ¿Dónde encontrarlos? Siguen preguntándose algunos y ésta es la respuesta que muchos continúan esperando.
Entendemos que, sobre estas bases, y ante las nuevas perspectivas que se abren, el debate que proponemos es tan interesante como urgente y necesario; más aún que la mayor parte de las peleas económicas diarias que consumen energías, desgastan ideales y generan enemigos. Únicamente en la conciencia del ser, del existir como pueblo, pueden nacer las necesarias exigencias de respeto y trato igualitario que los leoneses reclaman con toda justicia.
"La decadencia de una sociedad comienza cuando el hombre se pregunta qué ocurrirá, en lugar de preguntarse qué puede hacer". Denis de Rougemont
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