miércoles, enero 02, 2008

Díxunos un grayu que... (28ª entrega)

El "nuesu grayu" particular, que lleva mucho tiempo callado, acaba de explicarnos los motivos de su silencio. Harto de la situación en que se encuentra nuestra tierra y de leer declaraciones de "personajillos" tremendamente preocupados por minimizar, por todos los medios a su alcance, tanto la historia de León como la importancia de los hechos históricos acaecidos en nuestro Reino mientras, con la inteligencia del loro, repiten cuantos argumentos les suministran desde otras latitudes sin pararse siquiera a pensar o a consultar las fuentes históricas existentes, decidió exiliarse en Miranda'l Douru. Allí no se averguenzan ni de sus orígenes leoneses ni de su lengua y no necesita estar todo el día defendiéndose del "grave pecado" de ser LEONÉS.

Bueno, el caso es que, llegadas estas fechas, nuestro grayu, como el turrón, volvió a casa por Navidad y nada más llegar nos contó algo de lo que se acababa de enterar.

Según nos explicó, los alcaldes socialistas de la montaña leonesa, al menos los críticos con la autopista de la energía Sama-Velilla, recibieron una cartina muy educada en la que les recuerdan a qué partido pertenecen y que el presidente necesita su solidaridad, suponemos que para ganar las próximas elecciones.

Y aquí el Húsar se pregunta, una vez más: ¿acaso pretenden "ligar" la destrucción de la montaña leonesa con el triunfo socialista en las urnas? ¿cómo se puede pedir la solidaridad de los alcaldes con el presidente? ¿no sería más lógico que el presidente fuera solidario con los alcaldes? Está claro que siguen el mismo principio que nos aplican a los leoneses cada vez que quieren destruir alguna parte de nuestra tierra, la solidaridad del débil para con el fuerte. ¡Extraño! ¿no? ¿Kafkiano, quizá? o, simplemente, ¿preocupación por perpetuarse en el "mando" a costa de lo que sea?

No nos cabe en la mollera, pues, el problema de base es que al Húsar siempre le habían enseñado que la solidaridad iba en otra dirección, para ser exactos, justamente en la contraria; es decir, la solidaridad debe ser del fuerte con el débil, del rico con el pobre y del grande con el pequeño, lo contrario no es solidaridad sino prepotencia y abuso de poder y, mal que les pese, un claro retorno a la ley de la selva, un avance hacia atrás.

¿Cómo es posible tanto cinismo? ¿Es aceptable tanta sumisión? ¿Hasta cuando guardaremos la pancarta de nuestra rebeldía?

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