Este es el título de la Tribuna que, firmada por Carlos González Torga, periodista, publicó el Diario de León el pasado domingo, 30 de Agosto de 2009.
Opina el Húsar que el artículo en cuestión no precisa más comentarios, aparte de las negrillas que, según costumbre, acaba de añadir de su propia cosecha:
Mucho se habrá de cambiar en España para que algo se mueva en nuestra región; pero algo habrá que mover en nuestra tierra, y poner mucho coraje, para que el abandono secular que padecemos deje paso a la esperanza.
Los que vivimos parte de la dictadura, lo hacíamos, con la ilusión de que, aquello, a la muerte del Caudillo, terminaría. La democracia estaba a la espera, y llegaría para todos. Un tiempo apasionante y esperanzador. El plazo era largo, pero merecía la pena. La edad de oro estaba a nuestro alcance, y dependía de nuestras manos, nuestra voluntad y nuestro tesón. No mas oscurantismo, no mas abuso, no mas ocultación, no más latrocinio de lo común, no más «no» rendir cuentas. Pero la realidad siempre es tozuda, y lo que se evidencia, es: «Los mismos perros, distintos collares». Presencié su llegada al poder, y fue la soberbia personificada. Nos perdonaban la vida, pero teníamos todos un cierto olor a culpabilidad. Traían de su mano el dios de la legitimidad, y con su ayuda, y con la de la diosa propaganda, dejaron lo que les hacía servicio, y cambiaron el resto. La voz de la ciudadanía quedó con sordina, cada cuatro años en las urnas, disgregada, expuesta a la manipulación y a la confusión. Pero la legitimidad está asegurada, y el cuatrienio queda a sus pies, para pisar fuerte. Se despilfarra, se mal-administra, no se rinden cuentas, se envían cantidades ingentes de dineros para otros países, sin dar explicaciones ni pedir aquiescencia, cuando aquí las necesidades se acumulan. Se regalan al mundo obras faraónicas, costosísimas, en nombre de un pueblo plagado de carentes y necesitados. Se traen médicos de fuera, regular o mal formados, porque resulta mas barato que ampliar el número de los que estudian en nuestras universidades, con mayor formación y la seguridad de empleo para muchos de nuestros jóvenes; a cambio se amplían las universidades privadas, para privilegiar a los mas pudientes.
Esta clase política, con estos comportamientos despóticos, ya no sirve. Se precisa una renovación absoluta, la llegada de otra, con afán de servicio y dispuesta a rendir cuentas.
En nuestra tierra, la cosa es aún mas notoria. Este ángulo nororiental, evanescente, de gentes parcas y sufridas, fue en otro tiempo pesadilla de foráneos. Aquí el emperador Augusto pasó los peores momentos de su vida, los visigodos pasaron de puntillas, y los árabes, no pasaron. Aquí se fraguo el inicio de la reconquista Y aquí, se pagó siempre alto precio por la lealtad y el espíritu independiente.
En el presente, nos esquilman y nos humillan. Nuestros jóvenes han tenido que abandonarnos por no disponer de infraestructuras de subsistencia. Carecemos de medios de comunicación propios de estos tiempos, las carreteras son estrechas y anticuadas, y no solo no se potencia el turismo, en esta tierra que sirve de solaz a Dios, sino que se acaba con el poco que hay.
Hablan de una estación de ski en nuestra zona. Los palentinos parece que recogerán el beneficio, y nuestros hermanos cántabros ensanchan ya su carretera a San Glorio. Hace unos años, hundieron algunos de nuestros mejores pueblos bajo las aguas de un pantano: Riaño, cuya situación y belleza le hicieron ganar la edificación de uno de los primeros paradores de turismo, y Pedrosa, cuna de Valbuena, y Huelde, y tantos mas. Otros, por debajo del muro, no fueron cubiertos por las aguas, pero fueron hundidos económicamente. Ahí tenemos a Crémenes, la belleza hecha pueblo, con una zona de baño en el río, que atraía a un turismo fiel, de clase media, muchos de ellos asturianos, que ocupaban, año tras año, tres prósperas fondas y cuatro restaurantes. Hoy, todo eso es ya historia. Por otra parte, la presa entraña siempre un riesgo, cuando se produce un movimiento sísmico, las gentes se tientan.
¿A donde va el beneficio? A estas tierras no. Y lo hay, y abundante. Hay que poner fin a tanta injusticia. Hay que valorar perdidas y riesgos, y hay que repartir beneficios, empezando por aquí. Últimamente parece que algo se mueve entre estas gentes. Tal vez alguien se sorprenda cuando las cosas no tengan ya remedio. Aquí sobran los políticos serviles. Se reclaman otros con vocación de servicio.
Pasó el tiempo del llanto y la quejumbre,
de convertir gente firme en guajerío.
Ayer mutaron en pantano nuestro río,
confundiendo indecisión con mansedumbre.
¡Basta y acción!, es hora que digamos.
En mi tierra, la injusticia ya es costumbre.
Hoy miramos atrás y recordamos:
éramos aún ayer «casta de astures».
¿Donde está la sangre de liguria?
La vertida en Mampodre con honores,
la de Rocán, Corocota, Buradones...
El orgullo de ayer, ahora es incuria.
Una plaga «gentil», hoy, nos azota.
El presente es suyo, y anulan el futuro.
Convierten nuestras vidas en sueños de marmotas,
y nuestro porvenir, en humillante «muro».
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