A decir verdad, ya me duelen las meninges, contagiadas por el zumbido de mis oídos, de tanto debate estúpido sobre la birregionalidad de la cosa esta, causa, razón y motivo de nuestro penar diario. Por todo ello no voy a entrar, aquí y ahora, a diseccionar los argumentos de tirios y troyanos, aunque alguna de las explicaciones aportadas califican, retratan, más bien, a quienes las han emitido, y, como todos habrán constatado, no dejan traslucir, precisamente, una gran dosis de inteligencia, sino, más bien, todo lo contrario. Me niego a pensar, también, que se expresen así porque piensan que somos como el bobo de Coria; demostraría, por su parte, algún rasgo de inteligencia y me resisto a aceptar este extremo. Son, como diría el otro, decididamente idiotas; pero, además, de la peor especie, que no es otra que la de aquellos que, empecinados en sus teorías, aprisionados en sus orejeras, cierran la puerta a toda capacidad de aprender e incluso se mofan de los que, con argumentos lógicos y apoyándose en una verdad contrastada, les llevan, valerosamente, la contraria.
Esta estupidez alcanza su cenit cuando, además, pretenden justificarse, amparando sus insensateces en la fuerza de los votos o jugando a aquello tan conocido de “yo soy más demócrata que tú”. Pero, ¿cuándo se tuvo que emitir un voto, sancionando una afirmación que contradice la realidad más palmaria? ¿Hará falta, un día, que las Cortes de la cosa esta determinen, por mayoría simple o compuesta (tanto me da que me da lo mismo), que a las 23 horas ya es de noche? ¿Y si a algún trastornado se le ocurre opinar lo contrario? ¿Y si su opinión se convierte en una “razón de Estado”? Échense ustedes entonces a temblar y dense por… copulados.
Aunque alguno pueda no creerlo, éste, tal cual, es el caso de esta bendita, sufrida y callada tierra leonesa. A un individuo, que no ha debido pisar nunca fuera de una moqueta ni ha posado su trasero fuera del sillón del poder más que para colocarlo en un coche oficial, un aciago y funesto día, le dio por exhibir su ignorancia en materia geográfica afirmando que León era una parte, y además importante, de no se sabe qué Castilla irredenta y aún por descubrir, aunque soñada por otro “demócrata de toda la vida”, un tal Onésimo Redondo. Y como el chico de los Agustinos mandaba mucho, toda una legión de aduladores se aprestó a mantener que, naturalmente, estaba en lo cierto, que el sol sale por el oeste y que en julio caen unas nevadas, en León, que ríase usted de las que se abaten sobre los Alpes en pleno mes de febrero…
Y, de aquellos polvos, estos lodos; de aquella contrariedad, esta desgracia; de aquel timo, este desfalco; de aquella estafa este saqueo, de aquel engaño, este crimen; de aquellos melifluos, estos serviles lamechepas; de aquellos seudodemócratas, estos imperialistas; de aquellos borregos, este rebaño, maduro ya para ser conducido al matadero.
¿Cómo explicar, de otro modo, este remedo de discusión bizantina sobre algo tan evidente como la existencia de la Región Leonesa? ¿Pero alguien puede cuestionar siquiera la realidad de la misma? ¿Hay que esperar que se pronuncie afirmativamente esta tropa de irresponsables para saber que hoy es hoy, que la tierra gira alrededor del sol o que abril viene después de marzo? ¡Ay, si Diógenes levantara la cabeza…!
Pretendiendo seguir, sin embargo, encaramados sobre la chepa del voto del pobre ciudadano, estos tarambanas seguirán inventando razones y aportando argumentos de eruditos a la violeta, a favor de que “León tenga más peso”, pero “dentro de la Comunidad”. Llegado el momento de coger el bolígrafo y escribir la más mínima de las medidas para que ese deseo (fingido) pueda comenzar a tener visos de realidad, entonces necesitarán el pañal, por el simple hecho, bien conocido, de que “el que se mueve no sale en la foto". ¡Y están tan cerca las elecciones! ¡Y se está tan mal fueran del poder!
¿Cómo entender el cinismo de los dos grandes partidos que se acusan, se insultan, se denuncian, se calumnian y se despellejan… eso sí, lejos de este escenario de Matrix representado por la Comunidad que nos impide respirar a los leoneses?
¿Cómo justificar esta extraña ceremonia del “consenso”, que no es conocido en ninguna otra parte de la Península, que sirve para tapar las vergüenzas de los unos con la capa ya raída de los otros? ¡Pero si parece la del Dómine Cabra...!
¿Cómo concebir que, para algunas “nacionalidades o regiones” se argumente que “serán lo que sus habitantes quieran” y aquí se nos insulta en cuanto asomamos la cabeza por encima de la trinchera política y ello sin saltarnos ninguna norma democrática?
¿Cómo interpretar el hecho de que Cataluña se lleve el 20% de los presupuestos generales del Estado y esta “nuestra Comunidad”, por boca de su presidente, se conforme con el 9%? Raro, raro, raro... ¿no? ¿Seguiremos siendo víctimas de este consenso bobalicón que se basa en el intercambio de cromos mientras se estrangulan las justas demandas de los leoneses?
¿Conoceremos algún día quién es el mamporrero político de quién, en esta macabra cópula (por lo de la conjunción copulativa, oiga) ejercida contra León? Traición con traición se paga y “tanto peca el que mata, como el que tira de la pata”, como dice el conocido refrán; mas el resultado es esta siniestra y trágica maldición que se cierne sobre lo que antaño fuera un reino poderoso, que según el consenso y las votaciones “democráticas” no alcanza ni a ser calificado de “región”, y del que, en breve, si se lo seguimos tolerando, no dejarán ni el recuerdo... Los huesos se los disputan ya los chacales.
Como el poeta, dan ganas de gritar:
“Estos, Fabio, ay dolor, que ves ahora
campos de soledad, mustio collado,
fueron, un tiempo, Itálica famosa…”
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