miércoles, septiembre 16, 2009

Para que no lo olvides (10ª entrega)

Refrescando la memoria

Reconozco que son un poco largos pero merece la pena recordar estos dos artículos. Di con ellos escarbando tras un comentario incluido en la web de la Plataforma Pro Identidad Leonesa.

De El País

TRIBUNA: JUAN PEDRO APARICIO, LUIS MATEO DIEZ, ERNESTO ESCAPA, JOSE LUIS GUTIERREZ, JOSE MARIA MERINO - 03/11/1979

La autonomía leonesa: entre el desconcierto y lo inevitable / 1

Del Grupo de Estudios Gumersindo de Azcárate. El PSOE de Laciana (León) ha abierto una suscripción para erigir un busto a Baldomero Lozano, diputado por León, recientemente fallecido. En el homenaje que le rindieron los mineros de Villablino intervino Felipe González, que, entre otras cosas, dijo: Los socialistas no se entierran, se siembran. Pero aquellas palabras, dichas para consolar, desconsolaban. Porque lo que sus electores más apreciaban en Baldomero Lozano era su receptividad, su carácter de recogedor, de recolector de ideas, de vivencias, de problemas, para luego exponerlas con pasión y tenacidad, para defenderlas con toda la mucha energía de que era capaz. Baldomero Lozano, nacido en Albacete, que sorprendentemente no conoció León hasta que no figuró en sus listas para diputado, entendió de verdad al pueblo que le votó. Exceptuando al Grupo Autonomista Leonés (GAL), él fue el obstáculo más importante que impidió a la derecha leonesa integrar a León en el ente preautonómico castellano.

Decir esto es importante, sobre todo ahora, cuando la derecha leonesa parece definitivamente volcada a la consecución de un estatuto para León solo. Porque en el tema de la pretendida autonomía castellano-leonesa, de cuyo nacimiento, al menos sobre el papel, da fe el decreto 20-1978, la tradicional correlación de fuerzas izquierda-derecha se rompe y se enmaraña, a veces de modo ciertamente pintoresco, en tomo a la disyuntiva Castilla-León y León solo. Y es que para una parte de la izquierda leonesa todo partidario de la autonomía de León es defensor de actitudes reaccionarias y caciquiles, o, dicho de otro modo, es un tonto útil. Y la paradoja llega a su cénit cuando quien preside el Grupo Autonomista Leonés, que todavía espera su legalización, es nada menos que un miembro del Partido Comunista. La contradicción y el confusionismo superan cualquier comprensión, porque aparentemente, para el Partido Comunista de España, León no existiría. Cualquiera que se diera estos días una vuelta por las calles de Madrid pudo ver los carteles anunciadores de la fiesta comunista. En ellos, el símbolo de la hoz y el martillo se rodeaba de todas las banderas de las nacionalidades y regiones. Ahí estaban Cataluña, Valencia..., Castilla, etcétera. Todas, menos León.

Se comprende que en tamaño contexto la tarea de Baldomero Lozano no fuese fácil ni grata. Primero la soledad de su única acta de izquierdas; luego, en la segunda legislatura, con otro diputado del PSOE en el Parlamento y la mayoría de los principales ayuntamientos de la provincia, las incomprensiones y los ataques, incluso dentro de su propio partido.

Y es que un sector pequeño, pero conspicuo, de la izquierda leonesa, siempre se negó a entender que cuando Baldomero Lozano se decidió a defender la autonomía de León, no estaba cayendo en oportunismos, ni hacía el juego a nadie, sino que obedecía a los dictados de su vocación democrática. Porque el fallecido diputado demostró con creces que, lejos de buscar imponerse a sus electores, era de los que se esforzaban por encontrar la forma y la voz que expresase los sentimientos, las creencias y la voluntad populares, no siempre de fácil enunciado. Y para él el sentimiento del pueblo leonés estaba muy claro.

Este afán, que ni sus más agrios rivales podrán negarle, le llevó a buscar la colaboración de diversos intelectuales leoneses, con el propósito de procurar fijar en el terreno de las ideas lo que él creyó advertir en el pulso del pueblo que le eligió: el hondo, arraigado y profundo sentimiento de lo leonés. Sus opositores en la izquierda estaban dispuestos -y siguen las paradojas- a comprender no importa qué irracionalidad afectiva, siempre que se produzca en las denominadas nacionalidades del Estado.

Ante tal despropósito, ¿qué hacer? ¿Caer en disparates mayores, buscando una Diada anticastellana para León, que diera luz a quienes exigen a los pueblos que legitimen sus sentimientos mediante complicadísimas y pomposas teorías? Ocasión no faltaría. Risco describe con estas palabras un episodio de la batalla de Tamarón. Don Vermudo presentó la batalla a los dos hermanos (los navarros García, rey de Navarra, y Femando, rey de Castilla) en un valle que se dice Tamarón, pero sucedió que trabándose un combate muy porfiado y sangriento, hirió su caballo, que era famoso por su ligereza, con ánimo de romper y desordenar el ejército enemigo, y no pudiendo los suyos seguirle, se vio solo y sin defensa, metido entre los contrarios, cuyas lanzas le derribaron muerto del caballo. Este fue el fin desgraciado de la sangre varonil de los gloriosos reyes de León.

Lo que sigue después es sabido por todos, porque así se produjo la primera unión de Castilla con León. Femando, el rey castellano, uno de los dos hermanos coaligados contra León, ocupó el trono leonés, que desde entonces quedó vinculado para siempre a este linaje navarro. Las separaciones posteriores, de índole testamentaria, obedecían al criterio patrimonial que del Estado tenían los monarcas castellanos. Más significativo es que mientras las ciudades de Castilla mantuvieron un ritmo demográfico favorable, Tordesillas, Medina, Valladolid, Burgos, con una industria lanera que tuvo en Bilbao su puerto exportador, la capital del antiguo reino leonés, su ciudad más importante, en principio, no consiguió superar los 5.000 habitantes ni siquiera durante los siglos del esplendor imperial español (siglos XVI, XVII y XVIII).


De El País

TRIBUNA: JUAN PEDRO APARICIO, LUIS MATEO DIEZ, ERNESTO ESCAPA, JOSE LUIS GUTIERREZ, JOSE MARIA MERINO - 02/05/1980

La desintegración de la región leonesa, una razón de Estado

"El proceso de las autonomías y la desintegración del Estado» son, según sus propias declaraciones, los fenómenos que, de modo especial, preocupan últimamente a Rodolfo Martín Villa. En virtud de esas «razones de Estado», y haciendo explícito un maquiavelismo sin paliativos, el partido de Gobierno, a través del señor Martín Villa y tras una peripecia penosa, aparentemente sembrada de contradicciones e incoherencias, ha resuelto integrar León en Castilla.

También de modo sólo aparente, se trataría de un error, como en el caso andaluz. Pero aquí no hay error alguno, sino escarnio: acaso el mayor escarnio de toda la historia «autonómica». Porque, junto a la justificación estatista, UCD, a través del señor Martín Villa, ha declarado también que en el caso leonés es necesario proscribir «los sentimientos», esos «sentimientos» que, sin embargo, han sido escrupulosamente respetados para todo el, resto de los pueblos españoles, incluso cuando se han manifestado con desaforada crispación, y que no han sido tampoco preteridos por UCD para consentir autonomías tan «racionales» e históricamente indiscutibles (frente a la de León) como la de Cantabria, Rioja o Murcia.

En el ejemplo leonés, siendo demasiado el escarnio, no, hay error alguno. Es curioso constatar ahora, cuando las cartas están encima de la mesa, cómo, mientras los partidos de la izquierda no acabaron de aclarar sus ideas sobre el perfil autonómico de las provincias o regiones sin tradición regionalista o nacionalista, el señor Martín Villa ha encontrado, por fin, el huevo primordial: se trata de conseguir una estructura «autónoma» en que persistan, sin embargo, las mismas diputaciones provinciales, con una organización similar a la actual y, por supuesto, sin poner en entredicho el sistema electoral que permitió a UCD conseguir, en abril del año pasado, el monopolio del poder en el ámbito del llamado «ente preautonómico castellano-leonés».

Y es curioso comprobar cómo UCD parece haber logrado despistar a los partidos de la izquierda, que han estado optando (también con coherencia relativa) por la autonomía castellano-leonesa, como la genuina reivindicación (la autonomía separada de León era, para ellos, «hacerle el juego a los caciques »), olvidando la exigencia que, como previa a cualquier descentralización de competencias, debería haber sido motivo principal de su lucha en este terreno: la democratización auténtica de la vida local en regiones que, como la leonesa, y por muchas causas que también parecen encontrarse en período de liquidación histórica, carecían de tradición y de voluntad «autonomista». Pero todas las opiniones en este sentido fueron desoídas, cuando no tachadas de reaccionarias.

Piénsese que, en la provincia de León, el ámbito municipal capitalino, que representa a más de un 20% de la totalidad de la población provincial, sólo contó en las elecciones municipales con un 7% en la asignación de concejales. Esto, llevado al peculiar sistema legal de acceso a las diputaciones (no mediante sufragio directo, sino en función del número de concejales de cada partido judicial, previa aplicación del sistema proporcional a cada grupo electoral) motivó que UCD fuese (y sea) reina y señora en la corporación provincial.

Después, ya con la Constitución en la mano y esperando la fecha decisiva del 26 de abril de 1980, UCD fue desarrollando en León, a través de la astuta trama del señor Martín Villa, una serie de operaciones de distracción, para mantener firmemente en contra de su postura a los partidos de la izquierda y, al tiempo, impedir la aparición dé posibles competidores: así, se declaró partidaria de la fórmula «León sólo» y, aún más, llevó a cabo en la provincia, a través de la diputación, una encuesta oficial entre los ayuntamientos y entidades representativas para conocer su opinión autonómica, encuesta en que, por cierto, la mayoría de los municipios se declararon partidarios de la autonomía separada para León, y sólo un 7%, de la integración de León en Castilla, siendo incluso superior a éste el porcentaje de los que se manifestaron a favor de una posible unión con Asturias.

¡Asombrosa estrategia! ¡Admirable sangre fría! El propio legado de UCD en León lo confiesa sin reservas en las citadas declaraciones: «La encuesta de la Diputación Provincial fue una operación de "entretenimiento". Se necesitaba cubrir el espacio de las posibles preocupaciones autonómicas leonesas con algo que evitase la intromisión de grupos de escasa o nula responsabilidad y que produjeran un estado de absoluta confusión». Y el señor Martín Villa parece muy ufano de una política trazada con tan peculiares líneas de diafanidad, de ética y de respeto a su electorado y a la opinión pública en general... el pueblo, burlado. Pero los concejales y alcaldes de UCD no estaban al tanto de las complejas operaciones urdidas por el señor Martín Villa. Por eso, cuando la estrategia llegaba a sus últimos objetivos, fueron convocados, hubieron de rectificar, acaso con dolor, lo que habían opinado en la encuesta, y apoyar el novísimo, y al parecer concluyente, cambio de rumbo decretado por sus líderes.

Ese desencanto que algunos escritores civiles reprochan severamente a sus conciudadanos parece tener aquí bastante justificación. Todo viene a ser un tejemaneje de partidos, entre partidos e incluso dentro de los propios partidos. El pueblo queda olvidado, burlado. Sobre todo, en este caso, el pueblo leonés, cuya vocación de autonomismo separado (un autonomismo que debiera significar principalmente descentralización de competencias y democratización de la vida local), tras las vacilaciones de la izquierda y la marrullería del llamado centro, puede resultar manipulada desde esa derecha que, reticente con las iníciales manifestaciones populares de leonesismo, pretendería ahora abanderar la frustración.

El pueblo leonés está desconcertado y piensa que el Gobierno, a través de UCD, ha jugado con él, sacrificado a exclusivos intereses de poder y de partido, a cínicas «razones de Estado», los signos de una identidad que, aunque por parte de León nunca ha sido esgrimida como arma arrojadiza frente a los, demás pueblos fraternos de España, permanecía como sustancia de su personalidad popular e histórica, hasta que el destino le deparó al señor Martín Villa como insoslayable compatriota.

Los autores de este artículo son miembros del Grupo de Estudios "Gumersindo de Azcárate", dedicado a temas leoneses. "

1 comentario:

Anónimo dijo...

¿ Podriais publicar una foto de Baldomero Lozano ? ¿ de algun acto ?, ¿ de su entierro ?
Gracias
Luis
luis-centro2@hotmail.com