lunes, noviembre 19, 2007

Documentos históricos (7ª entrega). "Los escritores dijeron..."

El artículo que aparece a continuación, y cuyo valor pueden juzgar los lectores, ha sido “descubierto”, en la Hemeroteca del diario El País, por nuestro bien apreciado Dani, gran defensor de la causa leonesa. Trascribimos, tal cual, su mensaje, invitamos a reflexionar sobre él y animamos a todos los que visitan estas páginas a enviarnos cuanto puedan encontrar. Es de absoluta necesidad recoger lo publicado; muchas personas o no lo conocen o no lo recuerdan o, incluso, lo buscan desesperadamente. GRACIAS.

Añadir únicamente que las negrillas del artículo son del Húsar.

Hola a todos-as:

El diario El País desde ayer ha puesto en abierto toda su hemeroteca desde el año 1977. La cantidad de artículos de interés a la que se tiene acceso es tremenda. Yo he recogido uno de ellos al que le tenía muchas ganas. Se trata de la Tribuna de opinión del 2 de mayo de 1980. El artículo está firmado por Juan Pedro Aparicio, Luis Mateo Diez, José María Merino, José Luis Rodríguez y Ernesto Escapa.

Es de hace 27 años, pero leerlo hoy cabrea mucho más si cabe. Que lo disfruten. Ya iremos descubriendo más joyitas escondidas en esa hemeroteca.

http://www.elpais.com/articulo/espana/MARTiN_VILLA/_RODOLFO/CASTILLA_Y_LEON/
LEON/PRESIDENCIA_DEL_GOBIERNO_1979-1982/desintegracion/region/leonesa/razon/
Estado/elpepiesp/19800502elpepinac_4/Tes

TRIBUNA: JUAN PEDRO APARICIO, LUIS MATEO DIEZ, ERNESTO ESCAPA, JOSE LUIS GUTIERREZ, JOSE MARIA MERINO

La desintegración de la región leonesa, una razón de Estado

JUAN PEDRO APARICIO, LUIS MATEO DIEZ, ERNESTO ESCAPA, JOSE LUIS GUTIERREZ, JOSE MARIA MERINO 02/05/1980

"El proceso de las autonomías y la desintegración del Estado» son, segun sus propias declaraciones, los fenómenos que, de modo especial, preocupan últimamente a Rodolfo Martín Villa. En virtud de esas «razones de Estado», y haciendo explícito un maquiavelismo sin paliativos, el partido de Gobierno, a través del señor Martín Villa y tras una peripecia penosa, aparentemente sembrada de contradicciones e incoherencias, ha resuelto integrar León en Castilla.

También de modo sólo aparente, se trataría de un error, como en el caso andaluz. Pero aquí no hay error alguno, sino escarnio: acaso el mayor escarnio de toda la historia «autonómica». Porque, junto a la justificación estatista, UCD, a través del señor Martín Villa, ha declarado también que en el caso leonés es necesario proscribir «los sentimientos», esos «sentimientos» que, sin embargo, han sido escrupulosamente respetados para todo el resto de los pueblos españoles, incluso cuando se han manifestado con desaforada crispación, y que no han sido tampoco preteridos por UCD para consentir autonomías tan «racionales» e históricamente indiscutibles (frente a la de León) como la de Cantabria, Rioja o Murcia.

En el ejemplo leonés, siendo demasiado el escarnio, no hay error alguno. Es curioso constatar ahora, cuando las cartas están encima de la mesa, cómo, mientras los partidos de la izquierda no acabaron de aclarar sus ideas sobre el perfil autonómico de las provincias o regiones sin tradición regionalista o nacionalista, el señor Martín Villa ha encontrado, por fin, el huevo primordial: se trata de conseguir una estructura «autónoma» en que persistan, sin embargo, las mismas diputaciones provinciales, con una organización similar a la actual y, por supuesto, sin poner en entredicho el sistema electoral que permitió a UCD conseguir, en abril del año pasado, el monopolio del poder en el ámbito del llamado «ente preautonómico castellano-leonés».

Y es curioso comprobar cómo UCD parece haber logrado despistar a los partidos de la izquierda, que han estado optando (también con coherencia relativa) por la autonomía castellano-leonesa, como la genuina reivindicación (la autonomía separada de León era, para ellos, «hacerle el juego a los caciques »), olvidando la exigencia que, como previa a cualquier descentralización de competencias, debería haber sido motivo principal de su lucha en este terreno: la democratización auténtica de la vida local en regiones que, como la leonesa, y por muchas causas que también parecen encontrarse en período de liquidación histórica, carecían de tradición y de voluntad «autonomista». Pero todas las opiniones en este sentido fueron desoídas, cuando no tachadas de reaccionarias.

Piénsese que, en la provincia de León, el ámbito municipal capitalino, que representa a más de un 20% de la totalidad de la población provincial, sólo contó en las elecciones municipales con un 7% en la asignación de concejales. Esto, llevado al peculiar sistema legal de acceso a las diputaciones (no mediante sufragio directo, sino en función del número de concejales de cada partido judicial, previa aplicación del sistema proporcional a cada grupo electoral) motivó que UCD fuese (y sea) reina y señora en la corporación provincial.

Después, ya con la Constitución en la mano y esperando la fecha decisiva del 26 de abril de 1980, UCD fue desarrollando en León, a través de la astuta trama del señor Martín Villa, una serie de operaciones de distracción, para mantener firmemente en contra de su postura a los partidos de la izquierda y, al tiempo, impedir la aparición dé posibles competidores: así, se declaró partidaria de la fórmula «León sólo» y, aún más, llevó a cabo en la provincia, a través de la diputación, una encuesta oficial entre los ayuntamientos y entidades representativas para conocer su opinión autonómica, encuesta en que, por cierto, la mayoría de los municipios se declararon partidarios de la autonomía separada para León, y sólo un 7%, de la integración de León en Castilla, siendo incluso superior a éste el porcentaje de los que se manifestaron a favor de una posible unión con Asturias.

¡Asombrosa estrategia! ¡Admirable sangre fría! El propio legado de UCD en León lo confiesa sin reservas en las citadas declaraciones: «La encuesta de la Diputación Provincial fue una operación de "entretenimiento". Se necesitaba cubrir el espacio de las posibles preocupaciones autonómicas leonesas con algo que evitase la intromisión de grupos de escasa o nula responsabilidad y que produjeran un estado de absoluta confusión». Y el señor Martín Villa parece muy ufano de una política trazada con tan peculiares líneas de diafanidad, de ética y de respeto a su electorado y a la opinión pública en general... El pueblo, burlado. Pero los concejales y alcaldes de UCD no estaban al tanto de las complejas operaciones urdidas por el señor Martín Villa. Por eso, cuando la estrategia llegaba a sus últimos objetivos, fueron convocados, hubieron de rectificar, acaso con dolor, lo que habían opinado en la encuesta, y apoyar el novísimo, y al parecer concluyente, cambio de rumbo decretado por sus líderes.

Ese desencanto que algunos escritores civiles reprochan severamente a sus conciudadanos parece tener aquí bastante justificación. Todo viene a ser un tejemaneje de partidos, entre partidos e incluso dentro de los propios partidos. El pueblo queda olvidado, burlado. Sobre todo, en este caso, el pueblo leonés, cuya vocación de autonomismo separado (un autonomismo que debiera significar principalmente descentralización de competencias y democratización de la vida local), tras las vacilaciones de la izquierda y la marrullería del llamado centro, puede resultar manipulada desde esa derecha que, reticente con las iniciales manifestaciones populares de leonesismo, pretendería ahora abanderar la frustración.

El pueblo leonés está desconcertado y piensa que el Gobierno, a través de UCD, ha jugado con él, sacrificado a exclusivos intereses de poder y de partido, a cínicas «razones de Estado», los signos de una identidad que, aunque por parte de León nunca ha sido esgrimida como arma arrojadiza frente a los demás pueblos fraternos de España, permanecía como sustancia de su personalidad popular e histórica, hasta que el destino le deparó al señor Martín Villa como insoslayable compatriota.

Los autores de este artículo son miembros del Grupo de Estudios "Gumersindo de Azcárate", dedicado a temas leoneses.

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