Por su indudable interés copiamos a continuación un artículo, firmado por Antonio Arribas y publicado, el pasado 24 de Noviembre, bajo ese título en ¡¡¡El Norte de Castilla!!!, sección Segovia. Ni que decir tiene que las negrillas son del Húsar.
LOS espacios de opinión ciudadana, fundamentalmente los de Internet, se están llenando estos días de encendidos comentarios en contra del Estatuto de Autonomía de Castilla y León aprobado en el Senado a pesar de que el nuevo texto cuenta con el respaldo de los dos grupos políticos mayoritarios y ha alcanzado un respaldo en la Cámara del 99 y pico por ciento.
La porción discrepante llega sobre todo desde el leonesismo, un movimiento político y social que, por lo visto en las últimas convocatorias electorales, resulta minoritario aunque combativo y, quizá, crecedero.
No sé si tienen razón en el fondo, en la reclamación de una autonomía para el viejo Reino de León al margen de las provincias castellanas, pero alguna justificación sí encuentro en el enfado por el silencio informativo que, entienden, se ha cernido sobre sus reivindicaciones. Aquí se llenan portadas, se alimentan tertulias de radio y se engordan debates televisivos a cuento de los sentimientos nacionalistas de media España pero a los leonesistas, la verdad, no se les hace ni caso, como si el derecho a reclamar sentimientos se atascara en Picos.
Por ejemplo, en Segovia apenas se tiene conocimiento de que existe ese malestar, a pesar de nuestros viejos sueños de autonomía uniprovincial. Buena parte de UCD, del empresariado y de amplios sectores vecinales agitaban entonces la bandera de la autonomía de Segovia, apoyándose en sucesivas declaraciones en el mismo sentido en varios ayuntamientos de la provincia. Parece que ya están más que apagadas esas cenizas, pero las hubo, así que un poco más de comprensión hacia los que no se sienten representados. Además, no hace tanto de esas declaraciones del alcalde Arahuetes en las que se mostraba indiferente y atípico respecto al orgullo de ser castellano y leonés.
También podemos encontrar otro punto de vista común y es el referido a la capitalidad de Valladolid y todas las ventajas que el título ha regalado. Dicen en León que su ciudad, su provincia y las otras dos para las que se reclama un nuevo marco territorial, han sucumbido en todas las listas económicas y de desarrollo del país. Tienen la sensación de que Valladolid, como se tiene también aquí, ha enchufado el aspirador y que en su bolsa terminan apareciendo la mayor parte de las inversiones. El verdadero descontento viene por ahí, entra por ese agujero más que por el de los derechos históricos.
De cara al resto de España, la aprobación del Estatuto en el Senado parece haber dejado apenas una colección de buenas fotos con tapiz institucional al fondo, unos cuantos brindis por lo buenos que somos y una imagen de acuerdo que, en el fondo, esconde un cierto pasotismo porque si en Cataluña las encuestas demostraron que era un tema secundario dentro de las preocupaciones ciudadanas, aquí no llega ni a tal categoría.
Además, a las únicas voces discrepantes (Estatuto de Castilla contra León, lo llaman) se les ha echado una capa de cemento para que no rechisten. No queremos dar la imagen de que aquí también hay gente a disgusto, y utilizamos el rodillo de la mayoría para vender esa estampa de consenso. Y eso que en el Preámbulo, será casualidad, se utiliza mayoritariamente el binomio leoneses y castellanos, por este orden; la primera referencia histórica que recoge es la constitución del Reino de León hace mil cien años; y se cita expresamente la singularidad de El Bierzo.
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