Exégesis (con mala uva) sobre las declaraciones del ex-alcalde Amilivia al Diario de León (11.11.07), en las que califica nuestra reivindicación de “sinsentido” y se burla, escandalosamente, de la lengua leonesa.
¿Y podía esperarse que dijera otra cosa? Tan previsible es "nuestro buey" como Amilivia (también conocido como "el Gominas") a quien, vistos sus espléndidos resultados electorales, han retirado por la puerta de chiqueros como un manso cualquiera y sin, ni siquiera, el preceptivo acompañamiento de cencerros.
El pobre, sin embargo, acostumbrado a las luces de neón, a las alfombras rojas y la cohorte de aduladores que, durante años, ha tenido pegada a su trasero, no se resigna. Sigue dispuesto a repetir su cantinela de mugidos, al menos de cuando en vez, con el único objetivo de que no nos olvidemos de que existe, ¡es tan pagado de sí mismo, el pobre! A pesar de todo su figura política está tan amortizada como el pasodoble que le acompañara al fracaso más estruendoso y merecido que se ha visto últimamente por estas urnas que no suelen premiar ni las arriesgadas piruetas, ni los saltos mortales, ni las bajadas de pantalón, ni la incontinencia verbal, ni los cambios de chaqueta.
Mas, ¿qué le importa? como si nada ocurriera, él sigue tronando, estorbando, incordiando y pontificando desde esa sinecura que le han buscado sus amigos de Pucela; naturalmente, falto de una alcaldía, para la que, al parecer, se creyó predestinado desde la cuna y sin la que no puede vivir (¡qué desprecio a sus electores…!), tiene que justificar el carguete y ¿quién mejor para ser blanco de sus ataques iracundos que aquellos a los que trató de seducir, mas no se dejaron atraer por envenenados cantos de sirena? ¿Qué mejor motivo para aparecer en los papeles que ilustrarnos con su última opinión sobre el debate autonómico?
¿Inoportuno? ¿Arranque de celos de quien antes no ocultaba sus requiebros amorosos? ¿Puritito ataque de cuernos? No, ofensiva premeditada, sumando mala bilis al arroyo que ya desborda. ¿Predecible? Y más; absolutamente previsible, pues este señor repite más que el ajo…¡Qué cansino es este remedo de abuelo cebolleta…!
Y, a propósito ¿qué nos importa a nosotros lo que este Sr. opine o deje de opinar en tema tan delicado y de tanta trascendencia para León, si "ya no manda"? Lo más lamentable es que no peca por ignorancia, lo que nos lleva a deducir que lo hace por pura mala voluntad. Sus argumentos, en la materia que nos ocupa, han dado ya más de un giro de 180 grados de incoherencias, de “digo y me desdigo”, de "defiendo pero no me comprometo", de "saco pecho y encabezo pancarta" e incluso de "firmo para solicitar una manifestación a favor de la autonomía leonesa". ¡Como para creer en su palabra! Mareado está el Húsar de tanto tumbo y contoneo...
Veamos, buen hombre; ¿Recuerda usted la fecha del 4 de mayo de 1984? ¿Era, entonces, un “sinsentido” desgañitarse al grito de “León solo? ¿No acompaño usted mismo, en su mismidad, a un sujeto llamado Juan Morano, en una aventura política que pescaba sus votos al grito de “Solos podemos, solos ganamos”? ¿Cuándo ha comenzado, pues, a ser “un sinsentido” lo mismo que le aupó sobre los lomos de este pobre jumento leonés y de cuyas consecuencias ha vivido durante tantos y tantos años?
Si debe usted rendir pleitesía a sus amos, hágalo, tráguese la dignidad que pueda quedarle y dedíquese a algo útil, si es que sabe hacerlo. Pero, por mucho que le parezca un chiste fácil burlarse ahora de la reivindicación leonesa o reírse de la lengua de nuestro mayores, puede usted estar seguro de que, para otros muchos lo único que demuestra con este nuevo giro es su falta de sensibilidad, su nula formación en materia lingüística, su escasa valentía (puesto que siendo usted alcalde ocurrió lo mismo que ahora critica) y, una vez más, su bien probada incoherencia. No será así como conseguirá el PP “ganar los 6.000 votos” que le faltan; quizás le falten muchos más… al menos los nuestros; puede darlo por hecho.
Tal vez, contagiado por los castellanos, a los que tanto parece admirar y a los que obedece como perrillo faldero, o atacado también por ese extraño síndrome de Estocolmo, tan común en nuestros vividores políticos, sea, una vez más, el ejemplo que ilustra la clásica frase: “Castilla desprecia cuanto ignora”.
¡Y cuánto pailán ignorante se atreve a mugir, últimamente, delante de un micrófono!
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