sábado, marzo 30, 2013
lunes, marzo 25, 2013
Lo esperado
Conocen nuestros amables seguidores, a los que, por cierto, tenemos demasiado abandonados, nuestra propensión a los refranes, las frases hechas, los tópicos; algo que nos caracteriza como leoneses y que fue motivo incluso de una de nuestras secciones (según nos comentaron algunos) más celebradas: “Proverbios, refranes, adagios y aforismos”.
Hoy les recordamos dos que, como puede colegirse por el sentido, se usaban en situaciones poco gratas; por cierto, del mismo tenor que ésta que hoy les relatamos con amargura y casi abatimiento. Ante una defunción, decían en alguno de nuestros pueblos algo así como, “no por esperada, su muerte es menos sentida”, lo que también se traducía en “no por esperado es menos doloroso”. ¿Y qué es esto que ya nos barruntábamos algunos, aunque no deja de ser doloroso? ¿Acaso la burla de la fusión (fisión) de las cajas de ahorro, tras habérselo llevado crudo algunos listillos cuyos nombres conocemos y que, si la democracia funcionara, estarían en la cárcel incluso tras haber devuelto los dineros? ¿Quizás el escarnio de la minería que ya no admite ni un pase, ni un razonamiento, ni una disculpa y que está condenando al hambre viva a determinados pueblos que han comenzado a pedir alimentos para las familias de los mineros?
Pues no; ni esto, ni eso ni aquello ya que no nos alcanzarían los megas que nos conceden estos blogs para contar y cantar (con lágrimas en los ojos y una pesadumbre que ahoga el corazón) las miserias, los horrores, “las pugnas, heridas, capturas, expolios y desolaciones del viejo reino...” Les suena ¿no? Al menos a los iniciados, seguro que les dice mucho. Para los demás les comentaremos, simplemente, que se trata del título, incluso incompleto, de un libro publicado con no demasiados medios y escrito, en un, se nos antoja, de acuerdo con los acontecimientos posteriores, lejano 1981 y por un entonces reivindicativo Juan Pedro Aparicio.
Precisamente por eso y por su trayectoria, en esos años, manifestada asimismo en otras publicaciones como la aparecida, en 1980, en la revista Tierras de León bajo el título de “Una aproximación a la identidad leonesa”, la “desazón” hecha causa en la mente, actitudes y sentires de muchos leoneses (digamos entonces leonesistas) se aparcó un tanto y hasta se alegró con su nombramiento como Comisario de los fastos (nefastos) del 1100 aniversario del Reino de León.
Una vez más, la Junta juntera de la juntería supo jugar sus cartas y, fiándose en la buena fe de los leoneses, en la bonhomía de los unos, en el candor de los más y en la necesidad de justificación de los políticos que viven del momio, hizo de zorra en el gallinero, si bien por personal interpuesto, incluso manipulando, no lo ponemos en duda, la buena voluntad del Comisario. Se le ahogó con burocracia, se le pusieron toda una serie de filtros, se levantaron unas barreras imposibles de saltar, y lo que parecían un montón de actividades quedaron reducidas a unas insignificantes manifestaciones, incluso manoseadas y pasadas por el tamiz de los intereses junteros. Algunos ya nos lo temíamos y hasta lo hicimos saber. Pero, como tantas otras veces, había que “dar tiempo al tiempo”, “no se puede criticar sin saber” y otras credulidades semejantes; un argumento más que añadir al ya más que conocido entre nosotros, y por muchos contraído, síndrome de Estocolmo.
Aventuramos también, a riesgo de que se nos tiraran al cuello, que el pago vendría, a no tardar, con algún premiecillo que tapara los jirones del alma. Apenas dos años y medio (escasos) llega la noticia: “Juan Pedro Aparicio, premio C. y León de las letras”. Uno más a la colección, a engrosar la nómina de los que no resisten seguir al raso, al descubierto, pero en libertad; ¡es tan cómodo vivir a cubierto, arropado por el poder, al resguardo de las críticas del mismo y con el apoyo del “padrino”...! Pero, por otro lado ¡qué grande es la libertad, aunque cueste, qué satisfacción la del deber cumplido, qué honor el de seguir luchando por aquello en lo que uno cree, qué dignidad la de poder pregonar, sin ataduras, a voz en grito, el respeto por la identidad, la historia, la cultura y la “reivindicación leonesa de León”! Algunos (todavía) no claudicamos.
Hoy les recordamos dos que, como puede colegirse por el sentido, se usaban en situaciones poco gratas; por cierto, del mismo tenor que ésta que hoy les relatamos con amargura y casi abatimiento. Ante una defunción, decían en alguno de nuestros pueblos algo así como, “no por esperada, su muerte es menos sentida”, lo que también se traducía en “no por esperado es menos doloroso”. ¿Y qué es esto que ya nos barruntábamos algunos, aunque no deja de ser doloroso? ¿Acaso la burla de la fusión (fisión) de las cajas de ahorro, tras habérselo llevado crudo algunos listillos cuyos nombres conocemos y que, si la democracia funcionara, estarían en la cárcel incluso tras haber devuelto los dineros? ¿Quizás el escarnio de la minería que ya no admite ni un pase, ni un razonamiento, ni una disculpa y que está condenando al hambre viva a determinados pueblos que han comenzado a pedir alimentos para las familias de los mineros?
Pues no; ni esto, ni eso ni aquello ya que no nos alcanzarían los megas que nos conceden estos blogs para contar y cantar (con lágrimas en los ojos y una pesadumbre que ahoga el corazón) las miserias, los horrores, “las pugnas, heridas, capturas, expolios y desolaciones del viejo reino...” Les suena ¿no? Al menos a los iniciados, seguro que les dice mucho. Para los demás les comentaremos, simplemente, que se trata del título, incluso incompleto, de un libro publicado con no demasiados medios y escrito, en un, se nos antoja, de acuerdo con los acontecimientos posteriores, lejano 1981 y por un entonces reivindicativo Juan Pedro Aparicio.
Precisamente por eso y por su trayectoria, en esos años, manifestada asimismo en otras publicaciones como la aparecida, en 1980, en la revista Tierras de León bajo el título de “Una aproximación a la identidad leonesa”, la “desazón” hecha causa en la mente, actitudes y sentires de muchos leoneses (digamos entonces leonesistas) se aparcó un tanto y hasta se alegró con su nombramiento como Comisario de los fastos (nefastos) del 1100 aniversario del Reino de León.
Una vez más, la Junta juntera de la juntería supo jugar sus cartas y, fiándose en la buena fe de los leoneses, en la bonhomía de los unos, en el candor de los más y en la necesidad de justificación de los políticos que viven del momio, hizo de zorra en el gallinero, si bien por personal interpuesto, incluso manipulando, no lo ponemos en duda, la buena voluntad del Comisario. Se le ahogó con burocracia, se le pusieron toda una serie de filtros, se levantaron unas barreras imposibles de saltar, y lo que parecían un montón de actividades quedaron reducidas a unas insignificantes manifestaciones, incluso manoseadas y pasadas por el tamiz de los intereses junteros. Algunos ya nos lo temíamos y hasta lo hicimos saber. Pero, como tantas otras veces, había que “dar tiempo al tiempo”, “no se puede criticar sin saber” y otras credulidades semejantes; un argumento más que añadir al ya más que conocido entre nosotros, y por muchos contraído, síndrome de Estocolmo.
Aventuramos también, a riesgo de que se nos tiraran al cuello, que el pago vendría, a no tardar, con algún premiecillo que tapara los jirones del alma. Apenas dos años y medio (escasos) llega la noticia: “Juan Pedro Aparicio, premio C. y León de las letras”. Uno más a la colección, a engrosar la nómina de los que no resisten seguir al raso, al descubierto, pero en libertad; ¡es tan cómodo vivir a cubierto, arropado por el poder, al resguardo de las críticas del mismo y con el apoyo del “padrino”...! Pero, por otro lado ¡qué grande es la libertad, aunque cueste, qué satisfacción la del deber cumplido, qué honor el de seguir luchando por aquello en lo que uno cree, qué dignidad la de poder pregonar, sin ataduras, a voz en grito, el respeto por la identidad, la historia, la cultura y la “reivindicación leonesa de León”! Algunos (todavía) no claudicamos.
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