Como puede darse el caso de que este blog pudiera ser leído por personas que piensan que esto del "leonesismo" es una enfermedad de nuevo cuño, solemos traer, de vez en cuando, a estas páginas de libertad algo de lo dicho o escrito en el pasado; pues bien, hoy les copiamos un recorte, amarillento ya, de nuestra colección y que recogimos en el Diario de León del miércoles 22 de febrero de 1984 bajo el título de "Sentimiento leonés". ¡Mira que son reincidentes estos leoneses con su manía de querer a su tierra...!
Permítannos seguir con la costumbre de destacar en negrilla alguna de las ideas que nos parecen importantes... y no es, en absoluto, por intentar manipularles ni guiar su lectura. ¡Que lo disfruten y que algunos aprendan... si pueden y les dejan sus mentes embotadas y sus espíritus aborregados o vendidos!
“Muchas veces se nos ha acusado a los leoneses de tener poco apego a nuestra tierra, a nuestro solar; y realmente nada está más lejos de lo que en el fondo de nuestro corazón y de nuestra alma sentimos. Pero necesitamos estar fuera de nuestro entorno, para que se manifieste de verdad nuestro sentimiento, si bien en muchas ocasiones
tampoco somos capaces de exteriorizarlo, ya que la seriedad inherente a nuestro carácter nos lo impide.
Este sentimiento fue sin duda el que experimentó un joven cisternés hace aproximadamente cinco años, cuando se encontraba trabajando muy lejos de su tierra natal, en las Islas Canarias, y vio publicados en “El Eco de Canarias” unos cautivadores versos de Gerardo Colorado Giménez, que llevan por título “Vidrieras de la Catedral de León” y que rezan así:
Bronces de mil campanas ¡tañed victoria!
Latid jubilosos el arpa y el salterio.
Dulce voz del violín toca ya a Gloria
que la “FE” cobra vida en este imperio
Un imperio con cristales evangélicos.
Vidrios vestidos de largas letanías.
Un reino ebrio por cantos arcangélicos
Ventanales góticos de Santas Poesías.
Sombra, hazte luz en la ojiva vidriera
e ilumina los nobles incensarios
narcotizados en sueños de primavera
con fragancias de salves y rosarios.
Arco como listón de siete colores,
el iris empalidece a tu hermosura.
Sois puros cristales un jardín de flores
que extasiados aún soñáis en las alturas.
El “Rosetón” cual celoso centinela
a las flautas del órgano da sus alertas
que se inflaman en mágica pastorela
y vivifican las notas antes yertas.
Prismas policromados de tonos preciosos
sois un festival de gloriosas banderas,
áureos espejos venidos de otros paraísos
en la quietud del templo y tus vidrieras.
Reyes terrenales, los Santos del Cielo,
mitras báculos, cetros, flora ornamental
y coronas forman en el terciopelo
Lujoso de esta “Sinfonía de Cristal”
Ante estos versos,
no podemos menos de sentir el orgullo de ser leoneses, incluso en nuestro propio suelo, cuanto más hemos de imaginarnos la sensación experimentada por nuestro paisano, cuando hace cinco años deambulaba por tierras canarias.”
Hasta aquí la literalidad de este pequeño y sentido texto que aparece sin nombre pero que hemos querido rescatar del olvido; se lo merece aunque solo sea por ese sentimiento leonés que predica y del que hace gala, ahora que parece estar mal visto amar a la Tierrina y pelear por ella. (Eso sí, únicamente en el caso de los leoneses. ¿Qué se habrán creído, que tienen los mismos derechos que los españoles?)