El test más verdadero de la civilización, la cultura y la dignidad es el carácter, no la forma de vestir.
No sabría decir qué es peor: lo bueno de lo malo, o lo malo de lo bueno.
Lo primero que nos viene a la cabeza al decir malo es falto de bondad o de cualidades positivas. Que ya es bastante malo. Sin llegar a pensar en nocivo, enfermo, perjudicial, enfadado, enemigo, funesto, aciago, execrable... que son grados y grados de la maldad, ese concepto ideal que se va vistiendo de realidades, desgraciadamente.
Pero a veces nos conformamos con lo bueno de lo malo. Nos adaptamos, nos resignamos, nos humillamos y nos callamos. Si pienso en cada circunstancia de la vida me saldrían ejemplos a mogollón. Pero este es un ejercicio que dejo en vuestras manos. O en vuestras cabezas.
Hoy voy a hacer hincapíe en la segunda parte del trabalenguas. Porque ya lo dijo Mohandas Gandhi, líder espiritual y político hindú: "Lo más atroz de las cosas malas de la gente mala, es el silencio de la gente buena". Y esa frase redonda, -que por su bondad llamamos célebre-, está llena de maldades, reales y cotidianas. Repasad para vosotros mismos esas circunstancias de la vida que burbujearon antes en vuestras cabezas. Y reconoced conmigo, y con Gandhi, la cruel verdad de este "pensamiento". O la razón de su sinrazón. O la sinrazón de su razón.
El silencio, objetívamente, es falta de hablar, abstención, efecto, vacío musical. Nada malo, en principio. Pero, contra lo malo, el silencio es lo peor. Y estamos inmersos en un mundo de silencios. Repasad, repasad...
¡Y es que la gente buena atroz somos mayoría!
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