Ahora que nos encontramos en plena preparación de las celebraciones del MC aniversario de nuestro preclaro Reino, desde este combativo, pero imaginativo blog, trataremos de seguir en la linea ya conocida de aportar ideas, aunque algunos de los que componen el "sanedrín" de los fastos (o ne-fastos ¿quién lo sabe?) ni siquiera merezcan la menor calentura de neurona.
De la mente de alguno de los miembros de este colectivo han salido algunas ideas que algunos han hecho suyas (con el tiempo lo comentaremos), sin tener, ni siquiera, la delicadeza de nombrar la fuente.
Aportaremos, en breve, algún documento con otras ideas, ya, por cierto, presentadas y sobre las que no hemos recibido respuesta alguna. Mas, como profesamos de cazurros impenitentes, aquí seguiremos...
En el deseo de dar a conocer y de hacer presentes alguno de los hechos del Reino de León, vamos a inaugurar hoy una nueva sección, dentro de la general dedicada a las "poesías". No hemos, ni aún, pensado en el título; lo importante es contarles, de este, entendemos, original y muy personal modo, historias, leyendas o ensoñaciones de nuestro pasado.
LA MUERTE DE VERMUDO III
Suenan tambores de guerra
del lado de Tamarón;
una vez más se levanta
Castilla contra León,
Fernando contra Vermudo
conde contra su señor.
Ya no le bastan sus tierras
y le ciega la ambición,
la envidia de su cuñado
a quien debe sumisión.
Con la ayuda de su hermano,
hijo de Sancho el Mayor,
Don García el de Navarra,
rey reinante a la sazón,
pretenden apoderarse
del condado de Monzón
tierras de Campi Gotorum
vinculadas a León.
Apenas con veinte años,
cegado de indignación,
el joven rey pica espuelas
contra ejército invasor.
El lance no fue propicio
y aunque Vermudo luchó
como esforzado guerrero,
un lancero le alcanzó
en la su pierna derecha
y al suelo le derribó.
Así se llevó la Parca
la esperanza de León,
sangre de astur dinastía
que a su término llegó.
¡Cómo gime Pelagiolo!
Echa en falta a su señor,
sus espuelas, sus caricias
su coraje y su valor.
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Por recónditos carrales,
en noches de viento frío,
cuando todo está en silencio
y el cielo tiembla aterido,
llora Jimena, la reina,
por su esposo bien nacido;
si escucháis con atención
llegarán a vuestro oído
lamentos desgarradores
que se arrastran con los siglos
¡Ay mi esposo mas gallardo!
¡Ay la gloria de León!
que muerto me lo han traído
del sitio de Tamarón.
¡Ay orgulloso Fernando,
navarro indigno y felón!
No te ha bastado su hermana
que a tus brazos se entregó,
tras la muerte de un infante,
que matas al sucesor
de aquel gran rey don Alfonso,
que dio Fueros a León.
Yo te maldigo Fernando
Por cobarde y por traidor
Pido al cielo que en tus carnes
Sufras lo que sufro yo.
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