Una nueva vuelta de tuerca, otra forma más de pisotearnos el orgullo, otra modo más de romper nuestra identidad como pueblo. Y aquí llega la sempiterna pregunta del Húsar ¿Hasta cuando aguantaremos como corderos que nos sigan llevando al matadero?
Mucho mejor que nosotros, nuestra admirada Ara Antón lo explica en el siguiente artículo que también podéis encontrar en su blog en el siguiente enlace:
http://araanton.blogspot.com/2010/01/sama-velilla-la-venta-de-una-tierra.html
y que os dejamos a continuación, en esta ocasión sin negrillas porque todo el artículo las merece:
Sama Velilla: La venta de una tierra

¿Tan difícil es comprender que, como los pantanos, esas agresiones ambientales hipotecan para siempre la tierra y nuestra capacidad de recuperación? Hablamos de las nuevas tecnologías como alternativa de modelo productivo, pero a muchas de nuestras poblaciones rurales no llega aún la TDT, y el ADSL es lento y más caro que en las ciudades. Vivir en nuestros pueblos es casi imposible, por su carencia de infraestructuras, pero en los tiempos de crisis, ellos son el reducto que permite comenzar de nuevo; siempre lo han sido y deberíamos aprender de la historia. Por eso no podemos hipotecar nuestras tierras, y sería bueno que todos los leoneses lo asumiéramos; no sólo los que viven en la montaña, en la que hay una mayoría de ancianos, cansados ya de gritarle al viento. También nuestros intelectuales y políticos, tan informados y capaces ellos, cuyo silencio apenas se entiende, si no es desde la connivencia o el desinterés.
No es hora de silencios. La historia se decide en momentos que suelen pasar desapercibidos, pero que se comprenden muy bien retrospectivamente. Éste es uno de ellos. Todos nos consideran un león herido de muerte, al que echar de vez en cuando carroña que otros han despreciado, pero si ese León, apoyándose en su historia, sin miedos ni desprecios de ignorantes prepotentes, comprendiera lo que fue y lo que podría llegar a ser, volvería a respetarse a sí mismo, que es el primer paso para conseguir ser respetado.
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