lunes, octubre 29, 2007

A propósito de un comentario o ¿dónde están los dodotis, matarile, rile, rile?

Venimos insistiendo en que uno de los grandes males de esta tierra es su falta de cultura democrática y, a poco que uno se zambulla en las noticias de cada día, encontramos pruebas más que palmarias de nuestros temores y nuestras turbadoras afirmaciones.

Como muestra, un botón. Recogido, incluso en el titular del Diario de León (jueves, 25 de octubre de los corrientes) el corresponsal (en Cistierna) del citado periódico, se sorprende de que, en el Ayuntamiento de Cubillas de Rueda “Acusan a Díez Cano (el alcalde) de enfrentarse a las administraciones con la línea de alta tensión”.

Por si no fuera suficiente, a lo largo de la reseña, se recogen, incluso entrecomilladas, las manifestaciones de los directamente implicados en el asunto.

¡Lamentable, penoso, descorazonador y deprimente!

¡Que un representante público sea capaz, no sólo de considerar como lógica la argumentación que sigue, sino de utilizarla como el motivo principal (y quizás único) para presentar una moción de censura, es algo que nos descubre hasta qué punto estamos enfangados aún en un pozo de costumbres predemocráticas! (o, ¿quizás totalmente antidemocráticas?)

Así se expresa el corresponsal y mantenemos el entrecomillado: ‘La argumentación de la moción es que a raíz de los hechos de la línea de alta tensión, el alcalde se ha enfrentado a las administraciones “y entendemos que esta no es la forma de ayudar al municipio ya que con estos enfrentamientos y pleitos, lo único que se va a conseguir es no recibir subvenciones de las administraciones”, según José Antonio Fernández, concejal del PP.’

¡Pero, hombre de Dios! ¿no se ha dado usted cuenta de que la dictadura terminó hace ya varios lustros? ¿Que no es así porque los nuevos amos siguen utilizando la táctica del chantaje y no conocen otra actitud política que la de la zanahoria y el palo? Pues, en ese caso, los que así crean y estén dispuestos a consentirlo, que se queden tranquilamente en su casita y se pongan el dodotis; ya estamos hartos de que nos ganen todas las guerras, sin, ni siquiera, haber intentado, mínimamente, la batalla. ¡Y así nos va, con esta política de corto recorrido, de mentirijillas y de "consenso" entre los dos grandes partidos, siempre en perjuicio de esta tierra!

Claro que estas actitudes no son nuevas, desgraciadamente; aún quedan testigos del crimen, aparentemente perfecto, cometido contra el Reino de León, en los desgraciados momentos de su adscripción al ente preautonómico. Todavía permanecen las huellas, hechas recuerdos traumáticos, de determinados personajes que se paseaban por los pueblos con su desvergonzada e impúdica carga compuesta, a partes iguales, de amenazas y maletines. ¡Y qué enclenque es la condición humana, sobre todo cuando no se tienen las ideas claras, la mente serena y las espaldas al amparo de deudas o esperanzas de medro fácil!

Lo más triste del caso es que, en estas situaciones como en otras que conocemos a través de la historia, “Roma no paga traidores”. Algunos de estos actuales acolitillos terminarán, como los de antaño (los de hace ya casi 25 años), arrastrando su oprobio y su vergüenza y lloriqueando como remedos de otros tantos Boabdiles, ante las puertas de su particular Granada. Como entonces, alguien deberá escupirles al hormigón armado de su rostro y de su podrida conciencia aquello de: “llora como mujer lo que no supiste defender como hombre”.

Pero, ¿será eso también lo que algunos pretenden, en el nuevo ataque a la integridad leonesa? ¿Tratarán, nuevamente, de doblegar las voluntades más débiles para asestar el tajado mortal que preparan contra nuestra montaña?

Y una última pregunta para estos cobardones, ¿qué hemos sacado hasta el presente con esta política de entreguismo barato y de solidaridad mal entendida? No me dejen que les conteste, porque, en ese caso, no me quedaría otro remedio que recordarles situaciones tan poco agradables como el paro, la emigración, la falta de expectativas, el desarraigo, la despoblación, en suma, la ruina de cuanto hemos heredado. ¡Al loro...!

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