Como suponemos os habréis percatado, el Húsar siente un cariño especial por el Barrio de Santa Marina, cariño especial que nos lleva a publicar a continuación una Tribuna de Opinión, publicada el pasado 19 de Julio en Diario de Leon, del musicólogo leonés, Héctor Luís Suárez Pérez, natural de "Santa Marina" sobre las fiestas de este emblemático barrio leonés:
Antes que nada, quisiera resaltar a través de este artículo como todavía en la actualidad la celebración de la fiesta de barrio constituye un importante hecho de notable interés para el etnógrafo y el antropólogo, planteado desde múltiples perspectivas. Al tratarse de una manifestación lúdico-social, fruto de un sentimiento y trabajo colectivos y además, caracterizada por su marcado vínculo a un grupo vecinal concreto, su desarrollo genera actividades peculiares que contribuyen a reforzar ese atractivo interés. Y lo hacen tanto por su singularidad en el diseño, hecho diferencial que las caracteriza y distingue frente a otras similares, obra de otros grupos locales, como también inevitablemente, lo hacen en base al desarrollo de los aspectos vivenciales compartidos que desencadenan y que refuerzan los lazos afectivos entre sus protagonistas.
Pues bien, un año más, con el ecuador del verano, el cálido mes de julio acerca la fiesta al Barrio de Santa Marina. Castizo y singular, su angosto espacio físico representa uno de esos pocos reductos de nuestra vieja capital que continúa manteniendo vivo entre muchos vecinos y leoneses ese peculiar y entrañable orgullo de pertenencia al mismo. Sentimiento cuasi tribal que, misteriosamente en nuestra contemporaneidad, todavía allí se siente y palpa vivo como honorífico marchamo de estirpe. Un blasón vigente tanto entre muchos de sus actuales moradores, como por supuesto y por tradición, entre los que en su día lo fueron, allí nacieron y se criaron. Vamos, que con ello nos hallamos ante lo que, en términos técnicos, el profesional del ramo de antropología o de las ciencias sociales valoraría como un aspecto vinculado al “grado de adscripción étnica” de un grupo social. Concepto éste clara y castizamente ejemplificado a través de aquella voz popular que canta: “Somos de Santa Marina, la gente más fina que habita en León…”.
Pues bien, precisamente para el erudito, uno de los marcadores de este tangible “nivel de relevancia social” despertado por tan “identitario” asunto, se fundamentaría en dos diferentes modos de manifestarse. Uno representado por la aludida característica de afirmación en el sentimiento colectivo de “orgullo patrio”. Otro, planteado como consecuencia directa del aspecto anterior, que atiende al hecho por el cual, en la actualidad, algunos entusiastas vecinos del barrio todavía sean capaces de promover y mantener vivas iniciativas y acontecimientos colectivos tradicionales importantes, propios de comportamientos vitales hoy en desuso en entornos urbanos y consiguiendo cierto grado de continuidad.
Por tanto, frente a una realidad tradicional bien distinta no muy lejana en el tiempo y repleta de eventos de este tipo –fiestas de Santa Ana, de San Mamés, de San Lorenzo… -, y en la actualidad ante su escasez dentro de nuestra ciudad, las fiestas del Barrio de Santa Marina constituyen una auténtica reliquia de celebración vecinal. Una realidad casi sublime para el investigador de las tradiciones populares locales, que además surge desde la iniciativa popular y no desde la institucional, en una ciudad de complicado perfil socio-participativo como es el León de nuestros tiempos.
Por ello, vaya un año mas desde aquí mi enhorabuena y el aliento a los organizadores, su Asociación de Vecinos del Barrio, con su presidente Hermenegildo a la cabeza, extensiva también a todos los vecinos en general, a los participantes, activos o pasivos y a los colaboradores tradicionales, como son la Cofradía del Desenclavo o la Asociación de Hosteleros del Romántico, los patrocinadores publicitarios y también al personal colaborador del Ayuntamiento, por hacer bien su trabajo en relación al evento. E incluso también como no, a quienes participen de la fiesta o lean estas líneas y después “comenten la jugada”. Entre todos lograrán que no decaiga la ilusión y que no se interrumpa el natural discurrir festivo anual.
Y expuesto esto, vamos a lo vivencial afirmando que Santa Marina continúa siendo un barrio jaranero por naturaleza, con su centro del jolgorio en la actualidad desplazado hacia las zonas de Torres de Omaña y el romántico Parque del Cid. Gracias a este sentimiento festivo un año mas el Santo Niño Pelayo, martirizado en Córdoba – que no el regio Don Pelayo bastante anterior, como equivocadamente rebautizan algunos despistados – volverá a adornarse con su verde y elegante ramo. Un ramo que, siguiendo un operativo actualizado, hoy en día literalmente resulta “puesto por el Ayuntamiento” y sus técnicos, lógicos sustitutos de los arriesgados mozos trepadores del barrio de antaño.
En aquellos tiempos, la subida a lo alto del Arco implicaba también consigo el ascenso a cuestas de la pesada enramada y las banderas de León y España, sin olvidar el cohete que, ya desde arriba, tirábamos al terminar el adorno. Su explosión marcaba el inicio de la fiesta, momento provocador del aplauso general de los asistentes e inicio oficial del jolgorio. Pero el operativo citado no quedaba en el mero adorno vegetal ancestral, ya que se completaba de otro rito consistente en poner hacia abajo la espada de la pétrea y erosionada mano de nuestro santo niño guerrero, en señal de tregua.
El Arco quedaba de la guisa descrita durante unos días y hasta el final de las celebraciones, momento triste en que regresábamos, también ceremonialmente, para retirar todos los archiperres. Acto seguido, ya en el cercano corralón de San Albito, procedíamos a quemar la descendida y seca enramada en la hoguera tradicional de la noche de cierre de las fiestas de Santa Marina. Era este un acto muy familiar y vecinal, numéricamente no muy concurrido, que se desarrollaba alrededor del canto y baile, del chocolate y la queimada. El broche lo ponía el canto del “Somos de Santa Marina”, despidiendo las últimas brasas. Con la quema del ramo se cerraba el ciclo de este ancestral rito vegetal hasta una nueva edición. Así había sido siempre. Leoneses y vecinos ¡Viva Santa Marina!
Tribuna publicada en Diario de León el pasado 19 de Julio de 2009
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