A través de diversos amigos, ha recibido el Húsar un artículo, firmado por Clemente Velorio, y publicado en Diario de León en el año 1935.
Del citado artículo, se deduce claramente que, en tiempos de la II República, se distinguía perfectamente a leoneses de castellanos y no había la más mínima duda sobre la leonesidad de Zamora y Salamanca.
En cuanto a la castellanía de Valladolid solo quedaba explicada por la ignorancia de quien la aducía. Sin embargo, 74 años después, Valladolid se considera "el centro del centro de Castilla" en esta comunidad inventada que se remonta a tan solo 26 años y pretende un reconocimiento histórico (al menos sobre el papel) de la identidad "castellanoleonesa" (¡Pa su tía!).
Llegados a este punto el Húsar piensa que, como le enseñaron sus mayores, "nada hay más atrevido que la ignorancia" y es evidente que ésta campa a sus anchas y asienta sus reales (posaderas) a las orillas del Pisuerga; sin embargo, recuerda el Húsar el comentario jocoso que escuchó hace ya algún tiempo de una de sus primeras colaboradoras:
"La solución idónea para esta autonomía mal parida, mal hilvanada y peor cosida es muy sencilla, Zamora, Salamanca y León crean la Comunidad Autónoma Leonesa, las provincias de Burgos, Soria, Segovia y Ávila (el tema de Santander y Logroño tienen que arreglarlo entre dichas comunidades uniprovincias, aún hoy inexplicadas, y el resto de provincias castellanas) crean la comunidad de Castilla la Vieja, y las provincias de Valladolid y Palencia que se proclaman castellanas pero que no son aceptadas por los castellanos como propias, se convierten en 'provincias de regimen común' o forman la autonomía de Boecillo".
¿Qué os parece la solución, amigos lectores? Lo mejor de todo es que parece que a la misma conclusión han llegado también en Burgos donde el centralismo salvaje de Pucela, a pesar del buen dato económico de Burgos (su renta per cápita es el 111% de la renta media europea) se sobrelleva cada vez con menos agrado. Alguien dijo una vez que "no sólo de pan vive el hombre..." y, naturalmente, la economía no resuelve nunca el tema de los sentimientos, salvo en el caso de ciertos políticos profesionales que son capaces de enterrarlos bajo espesas capas de dinero y chanchullos. A las pruebas nos remitimos...
¿Qué no deberemos pensar los leoneses de las tres provincias, sobre todo los zamoranos cuando su renta media es 38% inferior a la de Burgos y Pucela?
Tampoco está de más, resaltar que ya en 1935 la hazaña de Bellido Dolfos, el héroe zamorano, era comparado con la de Judit, presentada por la Biblia como una heroina y celebrada como tal a través de los tiempos mientras en la actualidad, muchos leoneses siguen repitiendo como papagayos la historia escrita por los versificadores castellanos y, sin pararse a analizar la situación, llaman traidor a quien arriesgó su vida para defender a su señora natural contra su hermano, felón y usurpador.
Y ya, sin más comentarios os dejamos el texto del artículo en cuestión con la conocida advertencia de que las negrillas son del Húsar:
Leoneses y Castellanos
Entre las viejas ciudades leonesas no figura para nada Valladolid. Tampoco podía figurar entre las castellanas, porque no existió hasta muy avanzada ya la reconquista, después que León había florecido como imperio
Las hazañas del heroísmo leonés y Salamanca, libertadas del yugo musulmán, reedificadas y pobladas debidamente por los reyes de León, desplegaban todo el valor de sus hijos, adquiriendo tierras y ensanchando la fama y las glorias del antiguo reino.
Zamora había demostrado, además, que dentro de sus murallas ardía el fuego sagrado de la nobleza y fidelidad más acrisoladas. La palabra dada al Emperador moribundo no podía quebrar, ni ante el arrojo del Cid, ni con todas las amenazas de don Sancho, el perjuro rey castellano que, tras pisotear los derechos de sus hermanos, García y Alfonso, se obcecaba en hollar también el de su débil hermana doña Urraca.
La infanta leonesa dada a los zamoranos por señora, fió a Dios y a la lealtad de sus vasallos, negándose a rendir el cerco. Arias González, el noble leonés, su valedor y consejero, por disposición del mismo Emperador, sabría vengar tan inaudito atropello. Como Betulia, Zamora triunfó; y la humana locura vale, el honor de aquel puñado de héroes, cerrados en los muros de la invicta ciudad, quedó bien purificado con la sangre de algunos hijos del conde Arias, por no haber sido aceptada la suya propia.
El espíritu castellano, muy afrancesado ya a la sazón, cantó injurias y calumnias al caballero Bellido e ignoramos si los leoneses aplaudieron la forma de muerte del rey pirata; pero sabemos todos que Judit superó al zamorano en la manera de libertar a su pueblo; y ésta ha sido aplaudida, muy aplaudida en la Historia de todos los siglos.
Fue entonces cuando Alfonso VI, regresando de su destierro de Toledo acompañado de su fidelísimo conde Ansúrez, ordenó a este noble leonés la fundación y población de la ciudad de Valladolid que más tarde había de recibir de León precisamente brillo y esplendores reales. Ella, la nueva ciudad, había de ser baluarte más que contra los sarracenos, contra la conducta díscola e innoble de los condes castellanos, particularmente del famoso Cid. Para esto había sido edificada sobre aquella frontera del reino de León.
Por su origen y vida es Valladolid la ciudad más anticampeadora que cabe imaginar a pesar de tener entre sus escritores algún cantor insigne de los tan traidos y llevados gestos del Cid, siquiera en historia anduviera manga por hombro. Los merodeos cidescos por aquella parte de las tierras leonesas fueron detenidos por el conde leonés y patriarca vallisoletano, Pedro Ansúrez. Como, en efecto, Valladolid no fue nunca Castilla, si después de todo, se la quiere llamar castellana, no creemos que pueda serlo por antonomasia; sino más bien por ignorancia.
Clemente Velorio – Diario de León - 1935
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