Después del burro muerto, la cebada al rabo
Somos incorregibles; nos ha dado por esto de los refranes y ya no somos capaces de encontrar otra forma de dirigir nuestros pensamientos y nuestras reflexiones sino es a través de esta fórmula que, por otro lado, parece no disgustar demasiado a los que nos siguen pacientemente.
La frase viene a cuento hoy por la discusión suscitada, a lo largo de los últimos días, a propósito de una duda bien hamletiana: ¿ha muerto el leonesismo? Triste es, de cualquier modo, deliberar sobre una muerte; al menos Hamlet se debatía entre el “ser o no ser”; lamentable, sin embargo, que el debate haya sido provocado por las opiniones de un auténtico cantamañanas disfrazado de periodista que (estamos bien acostumbrados ya y la lista es casi como la cola del paro) parece haber encontrado el filón para ganarse el puesto en época de crisis y despidos en tropel: darle, de nuevo, al mono del leonesismo. Y no ya “hasta que aprenda el catecismo”, que esto, a fin de cuentas, no dejaba de ser un fin loable, sino con el único objetivo de hacer chanza y befa, de lo que, no ha muchas lunas, parecía interesarle. ¡Pero si hasta nos llamaba suplicante para hacer entrevistas sobre el particular…!
Ya veníamos barruntando un cierto cambio de trayectoria, una innegable flojera en sus opiniones y un volver grupas hacia posturas del más rancio halago al poder. ¡Pobres hombres! ¿Dónde queda la dignidad, el servicio a la sociedad a la que se deben y la deontología propia de la profesión?
De cualquier modo, nada nos extraña ya ni nada nos sorprende y, mal que nos pese, nos encontramos en una situación de absoluto e innegable estado de amnesia y anestesia colectiva, encefalograma más plano que una mesa de mármol, el estado ideal para que la clase política siga cacareando sus mentiras y su ponzoña, exhibiendo sin rubor su falta de vergüenza y robándonos el alma, la conciencia y la dignidad. ¡Vaya viaje! Como diría algún sabio arriero “para este viaje no necesitábamos alforjas”. Seguro que sí las han necesitado, sin embargo, algunos de los que nos han llevado a este estado de cosas que hoy muchos lamentamos: el leonesismo político, si es que alguna vez fue algo más que una barca a la deriva de vientos caprichosos, en dique seco y bien al abrigo de las tempestades, claro, esperando a ver si escampa para intentar ocupar algún puestín de salida en la próxima legislatura. ¿Y el llamado leonesismo social? Me sorprende que algunos sigan argumentando la “falta de intereses personales”; pero, entonces ¿qué es lo que puede mover a cierta gente que no hace otra cosa que enredar, criticar, malmeter y ser, cuando menos a veces y en la estrategia de una lucha reivindicativa bien llevada, más inoportunos que nube de agosto?
Naturalmente que no tenemos ninguna poción mágica para remediar esta realidad ni ningún bálsamo de Fierabrás que nos cure las heridas, algunas ya gangrenadas por antiguas; no es la primera vez que, bajo formas diversas, intentamos una reflexión serena y, por lo mismo, no se nos ocurre otra de lo más elemental: reconozcamos que la situación no es la más idónea y, quizás, si somos inteligentes, asumida la enfermedad, podamos encontrar la cura. Pero, ¡¿a que tampoco esta vez cambia nada?!
Una cita, para terminar y para recordar a los unos, a los otros y a los de más allá cuál es el verdadero objetivo de tantas horas invertidas en esta lucha y tantas páginas vertidas en periódicos, blogs, chats y otros variantes: durante las guerras de la Vendée (1793 – 1796), entre partidarios y detractores de la Revolución Francesa, se hizo popular una copla que, entre otras cosas decía:
Peuple français, peuple imbécile
N’es-tu pas las de tant de maux?
Peux-tu rester encore tranquille
Sous le joug de sept cents bourreaux?
Que traducido en rimado diría algo así:
Pueblo francés, pueblo aturdido;
¿No estás cansado de tanto mal?
¿Puedes seguir tú tan tranquilo
bajo la bota de tu guardián?
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