Vaya por delante mi admiración y aplauso por la verdadera disección hecha, en este mismo blog, sobre la nueva agresión castellanoide que, como otras ruedas de molino, tragaremos con el agua que, previamente, nos habrán “sustraído” y que nos revenderán a precio de azafrán, si viniera al caso; ¡gran trabajo el suyo, Roberto!
Solo un breve apunte, por lo que nos toca… Así pues, dice el “Gran Hermano” que todo lo que mira desea: “El primer recurso del territorio: educación permanente e investigación científica.- Asumiendo que el primer recurso de un territorio son sus habitantes, la acción pública tendrá como prioridad promover la sociedad del conocimiento, poniendo en valor los recursos educativos y fomentando la formación permanente de los recursos humanos locales”. Y sigue, como siempre, la larga retahíla de las frases huecas de todos estos emborronapapeles y chupatintas que, como aquellos celebrados escritores del XIX, cobrarán por páginas; ¡seguro!
Hay, sin embargo, algo que, verdaderamente nos encocora: “Se activarán estrategias que fomenten la identidad regional, recomponiendo su imaginario y dando prioridad a la voluntad de incrementar la capacidad de iniciativa”. La primer frase es insultante y antiestatutaria (¿pero cuándo comenzarán estos borricos iletrados a cumplir la ley que ellos mismos se dan?), la segunda es, simplemente, aberrante y no solo desde el punto de vista de la sintaxis.
¿Pero qué “imaginario” pretenden recomponer? ¿No les vale toda la “imaginación” y el descaro que les ha llevado a crear y a recrear un espacio histórico y unas figuras ídem que no les perteneces o que son, simplemente, inexistentes? Todo lo que predican es tan falsorro como la espada del Cid que exhibieron, en verdadera metedura de pata y tomadura de pelo, después de que se la colocaron doblada y oxidada… Sin embargo siguen aferrados a los cuentos para auditorios lelos y que se vienen popularizando desde la Edad Media cuando los juglares, como muchos plumíferos de nuestros días, adulaban al gran señor a cambio de algo que les llenara la andorga. Ahí se fraguó gran parte del “imaginario castellano” y precisamente en contra del “histórico” leonés.
Y de aquellos polvos estos lodos: ¿nadie ha leído aquello del héroe “castellano” Guzmán el Bueno? ¿Acaso hemos olvidado ya el sambenito colgado, de por vida, a Bellido por haberse jugado la suya defendiendo a los sitiados zamoranos y atendiendo a sus obligaciones? ¿Y las burlas contra los leoneses en la persona de los Infantes de Carrión? ¿Y…?
Lo que necesitamos es utilizar alguno de nuestros esfuerzos intelectuales, precisamente, no en disparar contra el de al lado, sino en contrarrestar, con sus propias armas y aunque ahora no estén de moda, ese veneno ponzoñoso en forma de romances e historietas para niños que algunos han convertido en verdades históricas inmutables, cuando no resisten el menor de los análisis historiográficos. ¡Y luego critican a otros por estarse inventando la historia! Pero ¿no tiene más delito el que, además de inventar, borra sañudamente la historia de quien SÍ la tiene?
¿Que es importante ser castellano? ¿Y quién lo duda? Pero no es lo más fetén ni siquiera guay del Paraguay del mundo mundial, ¡no me sean palurdos!; también lo es, sin ir más lejos, ser gallego, andaluz o valenciano y no por ello nos obligan a serlo a los demás. ¡Que no, que estamos cansados de ir de pobrecitos y pidiendo perdón a la vida por haber nacido leoneses! Y , además, no por ello debe venir nadie a “redimirnos” de esta, para ellos, supuesta o real desgracia. Ser leonés es tan importante como ser catalán, navarro o aragonés y, desde ese punto de vista, no necesitamos salvadores que nos hagan renunciar a lo que siempre hemos sido y tenemos la necesidad de seguir siendo. ¡Pues eso!; enváinense sus falaces argumentos y “a otro perro con ese hueso”, o como decíamos de niños, “díselo a tu abuela que por aquí no cuela”.
Mas, en tiempos de multiculturalidad, bien conviene ampliar nuestra colección de refranes. En inglés, y por las tierras de don Obama, se dijo durante un tiempo, “cuéntaselo a los marines”, pretextando su credulidad. Y ¿por qué, entonces, no podríamos ofrecer una nueva variante, mucho más inteligente y creíble, a esta muletilla bajo la forma de “eso cuéntaselo a los pucelanos”? ¿No han sido, precisamente ellos los que han olvidado su nacimiento y han renegado de su fundador? Pues eso…
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