Muy señor mío:
En mis intervenciones anteriores he procurado mantenerme en el más exquisito de los respetos tanto hacia su persona (especialmente en este sentido) como hacia sus equivocadas opiniones. Hemos llegado ya al momento en que, al parecer, falto de argumentos, se dedica usted a sacar el ventilador de las ofensas y eso ya nada tiene que ver con una sana discusión.
Ya en su anterior correo se permitió hacer algunas afirmaciones que, para no enconar la correspondencia, he tratado de obviar; no puedo tolerar ya, sin embargo, las últimas, que, por si no las recuerda, siguen a este escrito que corre el peligro de ser el último pues no me sobra el tiempo para dedicarlo a este tipo de polémicas estériles.
Si usted ha tenido problemas con otros comunicantes, no me haga a mí blanco de sus dardos insultantes ni de sus iras; cada palo aguante su vela…
Vayamos entonces, para mayor concreción, a una enumeración de hechos, opiniones, insinuaciones e insultos:
- Supongo que conoce que una de las “obras de misericordia” es (así me lo enseñaron en mi pueblo) “enseñar al que no sabe”; eso es lo que he tratado de hacer, desde mi primer mensaje, en la mayor cordialidad.
- Si usted basa sus conclusiones en apriorismos falsos, está contraviniendo la más elemental de las leyes de la lógica y, naturalmente, me reafirmo en algo tan evidente como que LEÓN NO ES CASTILLA, ni Castilla es León. A partir de ahí, toda su teoría está escrita sobre el agua, no vale nada, sinceramente.
- No se si conoce el sentido de la frase que utiliza de “tirios y troyanos” pero la palabra que antecede “troupé”, desde luego no existe, ni en español ni en francés; en esta última lengua es “troupe” . Y, si usted se siente autorizado para calificarme (o tratar de descalificarme) de este modo, entenderá que yo, a la recíproca, pueda definirle como “troupeau” (no se moleste en buscarlo: significa rebaño o manada)
- Ya le signifiqué anteriormente que no pertenezco a ningún partido político (aunque supongo que no tendría que pedirle permiso a usted, si, algún día, decidiera lo contrario…). Por esta misma razón no necesito hacer méritos ante nadie; me basta y me sobra con mi sueldo para estar pensando en venderme tan indignamente y, por lo tanto, no tengo más “amo” que el Creador.
- Si usted se ha metido en el lodazal, es por su exclusiva culpa; bastante hemos hecho algunos que hemos tratado de ayudarle a salir. Supongo que no se trata, tampoco ahora, de matar al mensajero que denuncia sus propios errores…
- Si el hecho de considerarse un “diario”, se exime de todo tipo de “obligación ética y moral”, creo, sinceramente que ha perdido los estribos.
- Mantener lo de Castilla en sus 17 provincias es, con todos los respetos, una auténtica melonada que ignoro con cuantos puede compartir. Por la misma razón, reclamen otra serie de comunidades autónomas que formaron parte de la Corona de Castilla; tienen donde elegir…
- Sigue usted teniendo problemas con el idioma: “enser” no puede ser aplicado a un edificio; le invito a que consulte el diccionario de la RAE, se sorprenderá (pero, probablemente, no rectificará ya que usted nunca se equivoca…)
- Según usted dice expresamente: “nos reservamos el derecho intrínseco a expresarnos en los términos que queramos siempre que, las informaciones emitidas sean veraces y no infundios que puedan acarrear consecuencias legales”. En este caso está usted divulgando un infundio (histórico y geográfico), mal que le pese. Y, para su buen gobierno, le recuerdo que hay determinadas afirmaciones y juicios de valor que podrían sustanciarse en los tribunales.
- Probablemente me faltó el requisito del DNI, aunque no tendría ningún reparo en comunicárselo; pero creí, inocente de mí, que era suficiente con solicitarle, humildemente, un cambio en sus planteamientos y una simple rectificación que no pretendía, ni siquiera, atacar ningún tipo de planteamiento administrativo referido a la Comunidad Autónoma de Castilla y León. Lo que ha seguido es algo que ya comienza a fatigarme intelectualmente…
- Sin entrar en otras consideraciones, mi condición de catedrático me obliga, precisamente, a enseñar con verdad y, le aseguro a usted, que mi obligación no es “exclusivamente la de adoctrinar en sus respectivos campos al alumnado suscrito” (sinceramente, vuelve usted a tener graves problemas con el lenguaje), sino el de enseñarles, ayudarles a encontrar el camino de la verdad, como alguien dijo, con buen criterio. Nunca me permitiría “adoctrinar” a mis estudiantes; les tengo demasiado respeto. Sin embargo, como persona particular y fuera del aula, ¿no puedo tener opiniones? ¿quién me lo prohíbe? ¿usted, acaso, porque se considera el depositario de las esencias de “la Gran Castilla”? No me haga citarle el nombre de un pasado defensor de estos planteamientos tan trasnochados.
- Por sus formas y sus ideas, se demuestra que el único que “vive anclado en el pasado” es usted; pero, naturalmente, no hay peor ciego que el que no quiere ver…
- No necesito ningún tipo de paraguas para defender mis ideas ni debe usted mezclar a la Universidad en esto; mis ideas a mí solo pertenecen y no tienen nada que ver con la institución ni, en modo alguno, le he dado a entender que así fuera. Apéese usted entonces de esa afirmación de que “me parece bochornoso que la Universidad de León y usted en condición de catedrático se presten a este tipo de juegos políticos”. Lo que usted entiende como un “juego” es algo mucho más serio y, además, no creo deber tolerarle semejantes afirmaciones.
- A determinados intelectuales que defienden las mismas ideas que las del poder les denominan “comprometidos” ¿no? ¡qué absurdo! Esos sí pueden exponer sus ideas y “adoctrinar”, no solo a los alumnos sino a las masas… Critique por ahí que tiene un buen filón que explotar.
- Si se decidiera a responder a este escrito, me permito una recomendación, hecha con la mejor de las intenciones, no lo dude: cuide usted bien los términos en los que venga redactado porque no le corregiré de este modo y tomaré otras medidas. ¿Discusión seria? Perfecto, sobre todo si lo que discutimos tiene alguna base científica; el lenguaje y el razonamiento son una característica esencial del ser humano; insultos, infundios, falsas suposiciones, interpretaciones capciosas sobre mi trabajo y otros varios, no se lo tolero a nadie. ¿Acaso he entrado yo en alguno de esos aspectos con respecto a su persona?
- Señor Sánchez, no perdería usted ni credibilidad ni hombría por aceptar que, como cualquier ser humano, también se equivoca, ya le recordaba anteriormente que “rectificar es de sabios”.
Sin otro particular
Dr. López González
Catedrático de Filología Moderna
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