Entre otras lindezas de la ley de directrices esenciales de Castilla y León, destaco las siguientes:
“En conjunto con otros documentos… deben servir para avanzar hacia el equilibrio territorial de nuestra Comunidad”.
“…parten del conocimiento de la realidad territorial de Castilla y León”.
Ni que decir tiene que el denominado equilibrio debería de llevar el calificativo de inestable (a no ser, claro, que lo que denominan Comunidad se refiera, como siempre, a la región de Castilla y más propiamente a la provincia de Valladolid y su capital Pucela) pues siempre se barre para casa, se arrima el ascua a la propia sardina, etc., etc., etc., dejando para las provincias leonesas lo mínimo para aparentar que se las tiene en cuenta ya que están ahí, en la periferia, y han de servir para mantener las fronteras y el propio existir de una más que probable relación entre Portugal y, cómo no, Pucela.
Sobre el conocimiento de la realidad territorial, creo que se cae por su propio peso que sí son conscientes de esa realidad y la quieren modificar. Saben de sobra que somos dos regiones bien diferenciadas, tanto física como socialmente, así como de intereses diametralmente opuestos. Tan opuestos como ya veremos en la apreciación de la geografía de la comunidad, el concepto que desean que se tenga desde dentro y desde fuera. La propaganda ya está escrita incluso en las disposiciones de esta ley. Es tal el conocimiento de las realidades que contempla, incluso la despoblación, como algo propio de Castilla y León y en vez de decir cómo atajar el problema lo asume y entonces, ¡zas! solucionado.
Al hablar de la industria, la tacha de frágil, en clara alusión a lo que decidirá después para proteger la establecida en Boecillo en detrimento de todos los demás posibles focos industriales, haciendo pasar todas las corrientes de futuro por los ejes que vertebrarán la comunidad a través de los denominados corredores (¿será que van a llegar al orgasmo? o ¿para echar a correr?)
Cuando habla de singularidades de la comunidad menciona, entre otras, la fragmentación administrativa, pero como algo negativo. ¿Qué quiere decir esto? Pues muy sencillo, habla de cargarse las pedanías los concejos abiertos, los aprovechamientos y beneficios de los montes y terrenos comunales propios de la Región Leonesa, y todo por “evitar la yuxtaposición aleatoria de actuaciones sin un marco de referencia global”. Lo entiendo perfectamente: Hay que generalizar la castellanización de todo lo leonés, pues las singularidades lo que hacen es fragmentar, diferenciar, no enriquecen… hay que globalizar. La referencia global es Castilla, lo que hay que engullir es León. ¡Claro, es lo más fácil! Y después se quejan de que la propia globalización a nivel mundial es mala para la comunidad. Pero no es la primera vez que lo que dicen que allá es malo se torna bueno acá.
Y para terminar esta entrega, las siguientes píldoras (ruedas de molino) “La acción pública no debe apoyarse sólo en lo que un territorio «ha sido»: debe fomentar lo que ese territorio quiere ser” “… la ordenación del territorio es necesaria, no tanto para controlar tensiones de crecimiento como para organizar sinergias positivas”. Ésto no es más que el fruto de las mayorías absolutas, que imponen y subyugan, pues ¿de qué otra forma se puede sacar adelante una ley que utilice de forma tan directa, por un lado la mención al olvido de lo que ha sido el territorio leonés, por otro del fomento para aumentar las sinergias positivas en unos territorios (el castellano) en detrimento de otros (el leonés) y organizar sinergias positivas? Esto no puede ser, tiene que reventar.
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