Este es el título del artículo que apareció publicado en Las Provincias el pasado día 18 de Enero y cuyo enlace nos ha enviado nuestra amiga María desde el exilio.
Desconocemos el nombre del autor, puesto que en el artículo no aparece pero del contexto vemos que se trata también de un@ leonés@ "morid@ de amor por la su tierra", como es el caso de tantos y tantos paisanos que tuvieron que emigrar, no por gusto sino por obligación.
Es una buena política que nuestros paisanos de la diáspora envíen cartas y artículos a los periódicos de las regiones en que residen explicando la realidad leonesa y protestando cuando en dichos medios nos llamen por un nombre que no nos corresponde. Somos, única y exclusivamente, LEONESES y no necesitamos añadidos que lo único que hacen es desvirtuar (o tratar de hacerlo) nuestra cultura y nuestra identidad.
Como ya es habitual las negrillas son del Húsar.
León y Valencia dieron nombre a dos reinos admirables; dos reinos cristianos, de épocas distintas. El reino de León es más antiguo, viene del norte asturiano, de la cordillera. De unos nobles godos que crearon una pequeña capital junto a un río -Cangas de Onís-, luego otra algo mayor y duradera -Oviedo- en la vertiente septentrional de la montaña.
Luego el reino de León adquirió fuerza en la ciudad de su nombre, en la meseta del Duero, que es el núcleo geopolítico de la nación española. También es León, curiosamente, el solar de España donde más sangre judía y musulmana existe; mucha más que en Andalucía, frente al tópico. Lo que prueba mezclas beneficiosas, integraciones antiguas, y ello debe ser una lección para los analfabetos violentos que todavía creen en sociedades étnicamente puras.
El reino de León dio lugar a los dos estados peninsulares: Portugal, antiguo condado leonés, y España, a través de la labor unificadora de Castilla. Y es que Castilla, otro condado creado por León, acabó absorbiendo a su progenitora.
El Reino de Valencia es posterior y no menos memorable, con sus cerca de quinientos años de vida. Con sus leyes propias, sus consejos políticos, sus sabios, sus extraordinarios escritores. En León, tierra menos poblada, más dura, los grandes hombres casi solo fueron los reyes. Remotos pero muy importantes, como Ordoño II, Ramiro II, Alfonso VI y tantos otros. Reyes enterrados en la basílica de San Isidoro. León, como muy pocas ciudades de Occidente, tiene un panteón real. Donde se funden siglos y monarcas; donde sobrevuela una historia de guerras y frío, de costumbres comunitarias.
Ahora León es una ciudad y una provincia. Y una región, aunque esto último está muy oscurecido porque León ha sido la única región española que no logró tener una autonomía propia. Lo que sí lograron, curiosamente, dos provincias castellanas que nunca tuvieron un gran peso político, como Cantabria o la Rioja.
León se quedó aparte, medio escondida en la fachada Oeste interior de España, la más arcana. La que abarca esa columna de provincias que forman, de norte a sur, León, Zamora, Salamanca, Cáceres (la Extremadura leonesa, que la castellana es Soria) y Badajoz. Tierras que suenan poco, salvo la ciudad de Salamanca, una de las más bellas de Europa.
El último León, el irreductible, es el de la provincia de León, donde vive medio millón de personas, un tercio de ellas en El Bierzo, tierra atlántica, de aguas mozárabes, jacobeas y templarias que van al Miño gallego. El Bierzo, paisaje romántico y brumoso, es pujante y moderno en la ciudad de Ponferrada y es muy verde y rojo en Las Médulas, las minas de oro más prodigiosas de la Antigüedad.
León es la tierra de Zapatero, y de Antonio Gamoneda, uno de los más grandes poetas del idioma. Gamoneda, que vive en León, cerca de la catedral, que fue niño huérfano y muy pobre, y que sufrió las represalias y el odio institucional del franquismo, que siempre fue otra guerra. Antonio Gamoneda que tituló uno de sus grandes libros, breves e reveladores: Arden las pérdidas. Ardía y arde la muerte de su padre, la vida dura en un León de soldados y clérigos; la memoria de su madre y el olvido de tantos.
León es la patria de muchos escritores brillantes en activo: Antonio Pereira, Raúl Guerra Garrido, José María Merino, Luis Mateo Díez, Jesús Torbado, Andrés Trapiello, Julio Llamazares, Juan Carlos Mestre y tantos otros. Algo misterioso lleva a los leoneses a la literatura. Tal vez una melancolía nívea, una soledad no siempre sonora.
León viene a Valencia con sus productos gastronómicos, en una iniciativa de la Diputación de aquella provincia vasta y montañosa, la geografía con más ríos de toda España. Tierra del maquis y de los mineros, de las comarcas más aisladas de Iberia, y de los doctos hombres de Astorga, una ciudad en la que estuvieron los dos más famosos emperadores de nuestra cultura: Octavio Augusto y Napoleón. Separados por dieciocho siglos. Astorga, con su catedral y su muralla bimilenaria, con su palacio de Gaudí, sueño mediterráneo en la tierra maragata.
León viene a Valencia esta semana: el martes y el miércoles dará a conocer su poderío gastronómico, su músculo de tierra norteña y mítica. Jacobea en Tierra de Campos, el Esla y el Bierzo, tan verde en sus altos valles literarios, y alpina en los Picos de Europa. Viene León a Valencia y los leoneses de Valencia sentimos alegría, que no es tiempo de nostalgias, sentimiento falaz y huero. Porque es bien compatible, y enriquecedor, ser, a la vez, de donde se nació y ser de donde se vive. Y, en caso de duda, es la vida, es el presente el que manda. Entre otras cosas porque el pasado solo existe en el presente. Con toda su verdad.
http://www.lasprovincias.es/valencia/prensa/20090118/cultura/leon-valencia-20090118.html
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